Tuesday, February 27, 2018

Los incas


El inicio del desarrollo inca
En 1572, tras 40 años de resistencia a la dominación española, Túpac Amaru I, el inca-rey, fue capturado y ejecutado por orden del virrey Francisco de Toledo. Era el último soberano del que había sido el estado de mayor extensión de la América precolombina, cuya historia se había iniciado poco antes de 1300 d.C. con el establecimiento de los primeros incas en el valle de Cusco.
• El espacio andino
El espacio andino, donde se desarrolló el Imperio incaico, se caracteriza por una gran diversidad bioclimática, aunque en líneas generales se pueden diferenciar tres regiones naturales que se extienden paralelamente de norte a sur: la costa, la sierra y la selva. La sierra está formada por la cordillera de los Andes, que alcanza casi los 7.000 m de altitud. Tras miles de años de adaptación, la población autóctona logró la colonización agrícola hasta los 4.500 m de altura. Al oeste de la cordillera se encuentra el litoral del Pacífico. De la línea del ecuador hacia el sur, la costa es un desierto debido a la fuerte influencia de las corrientes oceánicas, pero hacia el norte del ecuador la vegetación se vuelve exuberante. Finalmente, al este de los Andes se extienden las intrincadas selvas de la vasta cuenca del Amazonas.
La extensión del Imperio inca. A pesar de su formidable dispersión geográfica, el Tahuantinsuyu (Imperio inca) se consolidaba a medida que avanzaba la unidad política y cultural de los diversos pueblos que iba sometiendo bajo su dominio.
Esta variedad climática, que va desde la selva amazónica hasta el desierto, pasando por el altiplano, crea distintos nichos ecológicos. Su explotación, los llamados modelos de complementariedad vertical, fue posible gracias a estrategias de organización y a técnicas elaboradas a lo largo de miles de años, que el Incario supo aprovechar y desarrollar.
• El origen mítico
Buena parte de lo conocido sobre el Imperio inca, también llamado Incario o Tahuantinsuyu, se basa en las crónicas de Indias. Los cronistas eran soldados o religiosos que, en los primeros tiempos de la conquista española, escribían sobre la historia y las costumbres de las etnias americanas. Como el pueblo inca no conocía la escritura, esta información provenía de la tradición oral. Sin embargo, los testimonios son exhaustivos, ya que el Incario tenía cuerpos de funcionarios estatales encargados de conservar la memoria histórica.
Las crónicas de Indias relatan dos versiones diferentes sobre el mito del origen de los incas. En la primera, los héroes fundadores son Manco Cápac I y su mujer y hermana Mama Ocllo. Este mito relata su marcha del lago Titicaca por orden del dios Viracocha, el creador del cielo, de la tierra y de los hombres, en busca del valle escogido, con la misión de civilizar a aquellos pueblos que aún no conocían la agricultura ni la alfarería. Antes de partir, Viracocha les entregó una barra de oro que habrían de tirar al suelo; allá donde se clavase y desapareciese era donde deberían asentarse. Al llegar al cerro Huanacauri, la barra de oro que llevaba Manco Cápac I se hundió en el suelo; era la señal de que habían llegado. Allí fundaron la ciudad de Cusco, más tarde capital del Imperio.
Manco Cápac I 
La segunda versión del mismo mito hace referencia a cuatro hermanos y cuatro hermanas, que salieron de la Colina de las Ventanas, en Paccari, con la finalidad de encontrar un sitio apropiado donde establecerse. Tras varias vicisitudes, sólo las cuatro hermanas y uno de los hermanos, Ayar Manco, llegaron al valle de Cusco. Ayar Manco cambió entonces su nombre por el de Manco Cápac.
• El origen histórico
Todos los pueblos crean su propia mitología con la intención de transmitir una imagen del pasado que se ajuste a las necesidades y a los ideales de la comunidad. Las propias tradiciones del pueblo inca reconocen que no eran originarios del valle de Cusco, sino que aparecieron hacia los ss. XII y XIII, posiblemente procedentes de las orillas del lago Titicaca, situado a unos 350 km al sur.
A su llegada, la cultura inca debía de ser similar a la del resto de pueblos andinos: practicaban la agricultura con azada, usaban métodos de irrigación y conocían la cerámica y la metalurgia, pero carecían de la complejidad cultural de civilizaciones como la Tiahuanaco o la Nazca.
El valle de Cusco no estaba deshabitado. Convivían en él diversas etnias, y el pueblo inca tuvo que luchar para crearse un espacio. La tradición habla de victorias frente a los pueblos hualla, sawasira, alcabisa y culunchima, que fueron desposeídos de sus tierras y, más tarde, expulsados del valle. El más poderoso de los grupos de Cusco era el curacazgo de Ayamarca. Durante generaciones, los incas mantuvieron una continua disputa con ellos, que no concluyó hasta la batalla de Guamán Cancha, que supuso la derrota definitiva de los ayamarcas. Estas campañas militares, junto con el establecimiento de alianzas con otros pueblos, permitieron a los incas controlar todo el valle de Cusco.
• La lengua quechua
La lengua quechua ya era una de las más habladas en el mundo andino cuando los incas empezaron a extender su autoridad. El quechua, además, tenía muchas variantes dialectales, algunas de ellas inteligibles entre sí. Los incas impusieron como idioma oficial del Imperio uno de estos dialectos, originario de la costa central del actual Perú.
Al parecer, los incas empleaban otra lengua a su llegada al valle de Cusco. Algunos autores señalan que su idioma original podría haber sido el aimara o el pukina, que se hablaban en la zona del lago Titicaca. Otros, sin embargo, sostienen que era un dialecto quechua llamado callahuaya. Varios cronistas relatan que la nobleza inca disponía de un lenguaje secreto, que bien pudo haber sido este idioma o dialecto original.
La formación del señorío inca
A principios del s. XV, el curacazgo inca se había consolidado y controlaba el valle de Cusco, pero su potencial político no difería demasiado del ejercido por los curacazgos vecinos. Nada permitía vislumbrar su posterior desarrollo. Incluso en la década de 1430 el señorío inca estuvo a punto de desaparecer ante el afán expansionista de otro pueblo: los chancas.
• La guerra contra los chancas: el inicio de la expansión
Viracocha, el octavo inca, continuaba el proceso de consolidación del curacazgo mediante alianzas y la conquista de pueblos vecinos. Esta situación cambió cuando la confederación de los chancas, que lindaba al norte con el dominio inca, sitió la ciudad de Cusco.
Viracocha, ante la fuerza militar enemiga, decidió huir. La defensa de la ciudad quedó a cargo del noble Cusi Yupanqui, quien, en contra de lo previsto, no sólo repelió el ataque, sino que fue capaz de sojuzgar a los chancas. Tras esta victoria reemplazó a Viracocha y se proclamó inca con el nombre de Pachacútec.
Aunque vencido y sometido, el pueblo chanca seguía siendo una amenaza para el señorío inca, por lo que Pachacútec ordenó su eliminación. Los chancas, no obstante, tras diversos incidentes, pudieron huir y refugiarse en la selva amazónica.
Túpac Inca Yupanqui
La victoria sobre los chancas supuso el inicio de la expansión inca. La desaparición del principal oponente en la región, así como el prestigio alcanzado por ello, favoreció la sumisión de otros pueblos, ya fuese mediante la guerra, ya mediante pactos. Por el sur, Pachacútec extendió la frontera hasta el lago Titicaca, y por el oeste llegó hasta el Pacífico. Más tarde, correinando con su hijo y sucesor Túpac Inca Yupanqui, continuó este proceso expansionista hacia el norte.
Pachacútec (1438-1471) no sólo se limitó a la conquista de nuevos territorios, sino que también creó la estructura básica del Imperio. Durante su reinado se establecieron los principios legislativos y administrativos en que se basaría la organización del Incario: la elección de los señores locales o curacas por parte del inca; la reforma agraria que diferenció las tierras destinadas al inca, al sol y a los ayllus; el sistema de tributación obligatoria y universal, la mita; la organización de la producción textil y de la extracción minera; la reforma del calendario, y la instrucción de la nobleza para asumir cargos militares y políticos de responsabilidad. Asimismo, se inició la construcción de la compleja red viaria que permitió comunicar todo el territorio. Por último, remodeló la ciudad de Cusco, preparándola para ser la capital del Estado.
• La ciudad de Cusco
En sus inicios Cusco era una pequeña población estructurada a partir de la división bipartita y cuatripartita, base del sistema sociopolítico andino. Así, se delimitaban dos zonas: la de arriba, o hanan, a la que se supeditaba la de abajo, o hurin. A su vez, cada una de ellas se subdividía en otras dos, cuya proyección más allá de la ciudad daba lugar a las cuatro regiones en que estaba dividido el Imperio.
Valle que ampara la ciudad de Cusco (Perú), capital del Imperio inca desde la guerra con los chancas. El perímetro de la ciudad recordaba a un puma tumbado. La cabeza era la fortaleza de Sacsahuamán, y la cola, la confluencia de dos ríos. A su alrededor se situaban los barrios populares.
Cusco, situada a más de 3.000 m sobre el nivel del mar, no se empezó a convertir en una auténtica capital hasta finalizada la guerra con los chancas. Para trabajar con más libertad en la ejecución de las obras se desalojó a un buen número de sus habitantes. Se encauzaron los arroyos que la embarraban con frecuencia y se diseñó un sistema de distribución canalizada de agua. La parte noble de la ciudad se construyó con piedra labrada y su planta tomó la forma de un puma tumbado: la cabeza coincidía con la fortaleza de Sacsahuamán, la principal defensa de la ciudad, y la cola estaba formada por la confluencia de los ríos Tullumayo y Huatanay. La plaza principal, llamada haucaypata, marcaba la separación entre las patas anteriores y posteriores. Alrededor de esta estructura se situaban los barrios populares, formados por casas de adobe de una o dos plantas.
La formación del Imperio
La expansión territorial del Incario fue muy rápida: fue obra de sólo tres reyes. En la mayor parte de los casos, esta expansión no se realizó de modo violento ya que el poder de Cusco era suficiente para que los distintos señoríos aceptasen la sumisión. Tras cada anexión, la maquinaria administrativa incaica se ponía en funcionamiento con dos objetivos: por un lado, sustituir la cultura de los sometidos por la del Imperio, y, por otro, organizar la producción del nuevo territorio para extraer el máximo rendimiento de él.
• La continuación de la expansión territorial
El rey Pachacútec inició la expansión del Reino de Cusco tras aniquilar a la pujante confederación chanca. Este proceso de crecimiento territorial lo continuó su hijo Túpac Inca Yupanqui, primero correinando con el propio Pachacútec (1463-1471) y luego, tras la muerte de éste, en solitario (1471-1493).
Túpac Inca Yupanqui fue quien estableció las fronteras del Imperio, que se dividió, tomando Cusco como eje, considerado el centro del Universo, en cuatro regiones: el Chinchasuyu, que agrupaba los territorios al norte de Cusco; el Contisuyu, los del este; el Antisuyu, los del oeste, y el Collasuyu, los del sur. La unión de estas cuatro regiones formaba el Tahuantinsuyu, que en quechua significa unión de las cuatro regiones.
La mayor parte de los esfuerzos del siguiente inca, Huayna Cápac (1493-1527), estuvieron destinados a consolidar las conquistas ante las continuas rebeliones de sus súbditos. No obstante, aún agrandó el Tahuantinsuyu por el norte. A su muerte, el Imperio se extendía sobre más de 4.000 km de longitud y contaba con una población de unos 10 millones de personas.
• Las formas de conquista: la incarización
La expansión de los incas se realizó generalmente de un modo pacífico. La perspectiva de una derrota y la pérdida del curacazgo propiciaban que la mayoría de las poblaciones se sometieran a la autoridad del Incario. Las relaciones establecidas se asentaban en la reciprocidad de los intercambios entre el rey y el señor local. El inca ofrecía valiosos presentes al curaca, a cambio de lo cual solicitaba que éste lo reconociese como señor. Las resistencias de algunos curacas al Incario acarreaban graves represalias, como las deportaciones forzosas de las poblaciones o la ruptura de los vínculos con los ayllus.
Anexionar no era sólo conquistar. Por eso, en cuanto un nuevo pueblo y un nuevo territorio entraban a formar parte del Imperio, la Administración inca empezaba a trabajar para integrarlo.
Uno de los grandes atractivos de la arquitectura inca es su alto grado de integración en el entorno natural, cuyo mejor ejemplo es el Machu Picchu (Perú), complejo arquitectónico cuya función todavía no ha sido completamente dilucidada.
La anexión pretendía extraer productos y trabajadores del nuevo territorio. Para reclutar la mano de obra se dividía la población en grupos de 50, 100, 500, 1.000 y 10.000 familias, lo que facilitaba la confección de censos. Además, se realizaba un estudio de los recursos naturales para garantizar un aprovechamiento eficaz.
Por otra parte, también se tomaban medidas destinadas a asimilar culturalmente a la población, tales como la imposición de la religión y del idioma de la clase dirigente.
Existía un grupo social, el de los mitimaes (también conocidos como mitmaq), cuya función, en muchos casos, era favorecer este proceso de incarización. Los mitimaes eran hatunrunas que se trasladaban a los territorios recién conquistados, pero sin romper los lazos que los unían a sus ayllus de origen. Su papel variaba según las circunstancias. En algunos casos su función era colonizar territorios que habían sido despoblados tras una conquista violenta. En otros, se incorporaban a la vida normal de la población autóctona para imponer y difundir las técnicas de producción de Cusco, el idioma quechua y sus creencias religiosas. Los mitimaes, además, frenaban con su presencia cualquier posible rebelión de la población local.
El desarrollo de la técnica
Un imperio tan vasto como el creado por los incas fue posible gracias a la combinación de un eficiente sistema administrativo, de su habilidad política y militar, y de la aplicación de técnicas, algunas ya conocidas en el mundo andino y otras creadas y desarrolladas por ellos.
• La propiedad de la tierra y la producción agrícola
La base de la economía inca era la tierra, y sobre ella había varias formas de propiedad o usufructo. Los ayllus solían tener sus tierras divididas en tres partes: una se dedicaba a mantener la estructura sacerdotal; otra se destinaba al aparato del Estado, y la tercera era usufructuada por los hatunrunas para su propia subsistencia a partir de la división en parcelas familiares, los tupus.
Existían otras formas de propiedad. Así, había zonas que en su totalidad pertenecían al Estado, otras que eran de propiedad privada del rey o de la alta nobleza, y otras que se destinaban a los mitimaes desplazados a zonas de nueva conquista.
La fortaleza de Sacsahuamán dominaba la zona septentrional de la ciudad de Cusco (Perú). Constaba de una serie de edificaciones religiosas, palaciegas y defensivas. Permanecen aún en pie tres imponentes lienzos de murallas. Aquí se celebra cada año el Inti Raymi o Fiesta del Sol.
Las tierras de propiedad de las élites de Cusco solían ser trabajadas por yanaconas. Sin embargo, quienes cultivaban las del Estado y del sacerdocio eran hatunrunas, mediante un sistema de prestación de servicios denominado mita o trabajo personal.
La prioridad al anexionarse un territorio era aumentar su productividad agrícola. Aunque no eran las únicas, utilizaban especialmente dos tipos de técnicas para ello. Una consistía en construir sistemas de regadío que permitían aumentar la productividad de cada unidad de terreno. La otra era construir andenes o terrazas en las laderas de las montañas para ampliar la cantidad de tierras cultivables.
• La contabilidad del Imperio: el quipu
El inca era un pueblo ágrafo. No obstante, la compleja administración del Imperio requería la utilización de algún método fiable de contabilidad. Esta función la cumplía el quipu.
Un quipu era un sistema de cordeles de distintos colores, tamaños y grosores, y con diferentes nudos. Mediante un quipu era posible, por ejemplo, saber el número de habitantes de un ayllu y distinguirlos por el sexo y por la edad, qué productos agrícolas producían y en qué cantidad, o qué tributación debían pagar al Estado.
Vaso doble con puente decorado con motivos zoomorfos y geométricos. Los mejores artesanos de los pueblos sometidos por los incas eran trasladados a Cusco donde seguían realizando su trabajo. (Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera, Lima, Perú).
Los funcionarios encargados de fabricar los quipus, actualizarlos e interpretarlos se denominaban quipucamayoc, y eran formados en escuelas especiales. Asimismo estaban encargados de recoger la memoria histórica de los incas, para lo cual usaban también los quipus.
Los incas, además, utilizaban otras formas de contabilidad, como unas cajas de madera abiertas en distintos compartimientos, pero aún es escaso el conocimiento que se tiene de su funcionamiento.
• Transporte y comunicación
El sistema viario incaico fue uno de los logros que más llamaron la atención de los españoles cuando llegaron a Perú. Se calcula que comprendía entre 30.000 y 50.000 km. Dos rutas principales cruzaban el Imperio de norte a sur: una discurría por la costa y la otra atravesaba longitudinalmente los Andes. El centro neurálgico de la red de carreteras se encontraba en Cusco.
No existía un único modelo de caminos en todo el territorio. Así, por ejemplo, mientras que en la sierra y zonas angostas las carreteras eran de piedra y se utilizaban escaleras para salvar diferencias de altura, en la costa estaban flanqueadas por muros. En las vías principales la anchura de los caminos llegaba a ser de 8 m. Los caminos estaban jalonados por ventas o paradores llamados tambos, almacenes estatales que servían de posada a viajeros y caravanas.
Además del camino propiamente dicho, la red se completaba con puentes que permitían franquear ríos y barrancos. Los había de tres tipos: los fijos, de piedra o madera, utilizados para salvar pequeños accidentes del terreno; los colgantes, realizados con cuerdas trenzadas, y los flotantes, que se hacían de una planta juncácea llamada totora. La orografía andina obligaba también a utilizar de manera frecuente la oroya, que consistía en una maroma de la que colgaba una silla impulsada mediante cuerdas.
Este sistema de carreteras permitía el rápido traslado de tropas y mercancías a cualquier punto del Imperio; además, para transmitir información, los incas crearon un sistema de correos basado en los llamados chasquis, jóvenes que habitaban en cabañas situadas a lo largo de las rutas y que llevaban la información corriendo desde su posta hasta la siguiente. Mediante este sistema, la información podía alcanzar una velocidad de hasta 240 km al día. Los mensajes que avisaban de algún acontecimiento grave se transmitían mediante señales de humo o de fuego.
• La artesanía
Una gran parte de la producción artesana inca se basó en los conocimientos de los pueblos sometidos. Los mejores artesanos de estos pueblos, que pasaban a depender directamente del Estado y vivían en barrios diferenciados, se trasladaban a Cusco.
Vaso troncocónico de madera tallada y pintada, denominado kero en quechua. En la cultura inca es muy destacable la talla en madera, especialmente en lo que se refiere a los recipientes rituales. Kero del s. XV hallado en la isla del Sol, en el lago Titicaca (Museo Nacional de Arqueología, La Paz, Bolivia).
En el caso de la orfebrería, las técnicas fueron adoptadas del Reino chimú, en la costa del Pacífico. El material más valorado era el oro, y con él se confeccionaba todo tipo de elementos suntuarios para la nobleza y el culto religioso, como vasos, esculturas, petos o diademas. Algunos de los edificios más importantes de Cusco estaban recubiertos por planchas de oro.
El material utilizado para la artesanía textil era la lana de alpaca, y para las telas más nobles, la de vicuña. También se utilizaron las plumas de aves para tejer; entrelazadas con la lana, daban un toque aterciopelado a los vestidos y los hacían impermeables. Los diseños eran, por lo general, de tipo geométrico.
La cerámica era cocida y pulimentada, y consistía en unas cuantas formas estandarizadas, entre las que destacan las ánforas, los platos y los vasos. Era polícroma pero de colores sobrios, obtenidos a partir de sustancias minerales. Los motivos decorativos más generalizados eran los geométricos, aunque también se representaban insectos, elementos vegetales y animales y, más raramente, figuras antropomorfas.
Crisis y desarticulación del Imperio
A la muerte del rey Huayna Cápac, hacia 1527, el Tahuantinsuyu había alcanzado su máxima extensión. Pero si rápida fue la formación del Imperio, más rápidamente aún se desmoronó. Fue necesario sólo un grupo de aventureros para mostrar las debilidades del Imperio inca.
• La guerra civil
Los cronistas de Indias indican que, enfermo de viruela y en su lecho de muerte, Huayna Cápac eligió como sucesor a su hijo Ninan Coyuchi. Pero el elegido nuevo soberano murió al poco tiempo de la misma enfermedad.
Huayna Cápac
La cuestión de la sucesión originó intrigas palaciegas. Dos hijos de Huayna Cápac, Huáscar y Atahualpa, fueron los candidatos, cada uno apoyado por una facción de la nobleza. Parece ser que en un inicio Atahualpa acató la elección de Huáscar como inca; sin embargo, los recelos entre ambos fueron acrecentándose. Atahualpa, que en aquel momento estaba en las provincias del norte, envió a Cusco emisarios y ricos presentes como muestra de acatamiento. Huáscar, que esperaba que Atahualpa se desplazase personalmente, no los aceptó y mandó matar a los emisarios. Entonces, Atahualpa, apoyado por sus generales, decidió rebelarse abiertamente contra su hermanastro.
Por su parte, Huáscar cometió una serie de errores políticos que lo llevarían a perder el apoyo de parte de la nobleza con la que había contado hasta aquel momento: no asumió las obligaciones rituales a las que estaba obligado con las panaca e intentó despojarlas de sus propiedades. También supuso un agravio que las desplazase de la corte en favor de nobles y militares de origen cañarí y chachapoya. El desprestigio de Huáscar permitió a la panaca a la que pertenecía Atahualpa continuar con las intrigas de palacio y ganar adeptos para su causa.
Atahualpa, al mando de los ejércitos del norte, inició una campaña militar con el objetivo de tomar el poder. La guerra iba favoreciendo a Atahualpa, que cada vez se acercaba más a Cusco, cuando Huáscar cayó en una emboscada y fue hecho prisionero.
Atahualpa
Es preciso hacer una puntualización sobre las crónicas de Indias, gracias a las cuales se conocen estos acontecimientos. Muchas de ellas tomaron partido a favor de Huáscar y en contra de Atahualpa; en algunos casos, como en el del Inca Garcilaso de la Vega, porque el cronista pertenecía a las panaca emparentadas con Huáscar; en otros, porque a los españoles les interesaba mostrar a Atahualpa, el soberano que habían derrotado y ejecutado, como un usurpador.
• La invasión española
En plena guerra civil, un grupo de españoles, capitaneados por Francisco Pizarro y Diego de Almagro, desembarcaron en la costa norte del actual Perú. Conocedor de la situación política del Incario, Pizarro hizo correr la voz de que era el emisario de un gran rey que venía a instaurar la paz. Esto le granjeó el apoyo de ciertos sectores favorables a Huáscar, que había sido hecho prisionero después de la batalla de Cotabambas.
Las huestes españolas se desplazaron hacia el sur por la costa y después se adentraron en los Andes. En noviembre de 1532 llegaron a la ciudad de Cajamarca, donde Atahualpa los esperaba. El inca iba acompañado de miles de sirvientes y soldados; sin embargo, en un golpe de audacia los españoles lo tomaron como prisionero.
Al descubrir la avidez de los conquistadores por los metales preciosos, Atahualpa prometió llenar una habitación de oro y dos de plata a cambio de su libertad, a lo que Pizarro accedió. El rescate consistía en la enorme suma en oro y plata de 1,5 millones de pesos, una cantidad equivalente a la producción europea de medio siglo. Mientras duró el acopio del rescate, Atahualpa, desde la prisión, continuó dirigiendo a sus tropas. Reunido el rescate, Pizarro, que veía en él un peligro, incumplió su promesa y no lo dejó en libertad. Por el contrario, la muerte de Huáscar le sirvió como excusa para acusar a Atahualpa de haber ordenado su asesinato. En julio de 1533, tras un juicio sumario, el inca fue condenado a muerte bajo los cargos de fratricidio, usurpación, idolatría, poligamia y conspiración contra los españoles.
Pizarro captura a Atahualpa
Pizarro solucionó el vacío de poder creado por las muertes de Huáscar y Atahualpa proclamando a un inca títere, Túpac Huallpa, tras lo cual salió de Cajamarca en dirección a Cusco, que ocupó en noviembre de 1533.
• Las causas de la crisis
El mayor imperio de la América precolombina había sucumbido ante menos de 200 soldados. Las causas de este espectacular derrumbe son diversas. Pizarro comprendió bien que descabezando el Imperio conseguiría controlarlo. El Incario y el poder de Cusco estaban gravemente desgastados por la guerra civil y no tuvieron tiempo para reponerse.
También influyó en el debilitamiento del Imperio la aparición de una enfermedad desconocida en América hasta la llegada de los europeos: la viruela. La viruela llegó al Tahuantinsuyu unos años antes que los propios conquistadores a través de las vías comerciales, y se propagó rápidamente. Precisamente, una epidemia de viruela acabó con buena parte de la población, incluyendo al rey Huayna Cápac y a su hijo y sucesor Ninan Coyuchi.
Iglesia de Santo Domingo, en la plaza principal de Cusco (Perú). Tras la ocupación de la ciudad, Francisco Pizarro donó a los dominicos este lugar sagrado de los incas, el Templo del Sol o Coricancha, del que aún pueden apreciarse restos de sus murallas primitivas.
Otros factores que se deben valorar fueron la subestimación de la tecnología armamentística hispana y el uso de tácticas militares basadas en cánones desconocidos en el ámbito andino, a lo que se tendría que añadir el impacto psicológico de todo esto sobre la población autóctona.
Pero posiblemente la causa más importante fue la falta de integración del Tahuantinsuyu. Uno de los objetivos de los incas, una vez anexionado un territorio, era incarizarlo. Pero en el corto espacio de apenas un siglo esto no había sido posible en la mayoría de los casos. Pizarro supo sacar provecho de esta situación y del deseo de muchos señores locales de independizarse del poder de Cusco. Los españoles recibieron su apoyo en forma de provisiones y tropas. Los curacas locales no sospechaban que ese pequeño grupo de hombres iba a establecer un nuevo imperio, esta vez totalmente ajeno a la cultura andina.
• Resistencia y fin del Incario
La ejecución de Atahualpa y la toma de Cusco no marcaron el fin del Incario. Durante cuarenta años se fueron sucediendo distintos incas. Esta resistencia se vio favorecida, también, por los conflictos armados que surgieron entre los españoles.
Tras la muerte de Atahualpa, Pizarro impuso a Túpac Huallpa como nuevo inca. Pero al poco tiempo fue asesinado por partidarios de Atahualpa. Cuando Pizarro llegó a Cusco, fue recibido por un nuevo rey, Manco Cápac II, que había sido elegido por la nobleza de Cusco. Pizarro lo aceptó, aunque poco después lo apresó pretextando sospechas de una rebelión. Durante varios años Manco Cápac II sufrió todo tipo de vejaciones, hasta que en 1536 consiguió huir y organizar una sublevación indígena.
Manco Cápac II asedió Cusco durante un año (marzo 1536-abril 1537), e incluso puso en peligro la recién fundada Lima. Pero, derrotado en la batalla de Atocongo, se vio obligado a refugiarse en las montañas de Vilcabamba. En un lugar denominado Vitcos estableció su corte, y desde allí se dedicó a acosar a los españoles mediante acciones de guerrilla. En 1545 fue asesinado por unos soldados españoles.
Túpac Amaru I
Le sucedió en el trono su hijo Sayri Túpac, que continuó la política de su padre hasta 1555. Entonces, tras un pacto con el virrey Andrés Hurtado de Mendoza, abandonó Vitcos a cambio de la encomienda de Yucay, el valle sagrado, antigua propiedad personal de Huayna Cápac. Su hermanastro Titu Cusi Yupanqui, que por aquel entonces residía en Vitcos, le sucedió como jefe de la resistencia a la dominación española.
Su sucesor, Túpac Amaru I, emprendió en 1571 una nueva operación contra los españoles. El virrey Francisco de Toledo se dispuso a terminar con el último reducto de resistencia inca y lo logró. Tras una campaña de varios meses consiguió apresar al que sería el último inca. En mayo de 1572, Túpac Amaru I fue decapitado en la plaza pública de Cusco. En el imaginario indígena la muerte del inca significaba el fin del mundo.
La utopía andina
La homogeneización cultural de los habitantes del Incario se logró gracias a la colonización española.
La dominación española aplicó un solo término, el de indio, para referirse al conjunto de la población autóctona. En el ámbito social sólo se establecieron diferencias entre los grados de mestizaje; es decir, se valoraba únicamente el porcentaje de sangre europea e indígena que poseía cada persona. La legislación colonial consolidó jurídicamente esta homogeneización al establecer leyes destinadas únicamente a la república de los indios.
Además, los españoles establecieron en el Virreinato del Perú tres lenguas generales. La población autóctona estaba obligada a conocer alguna de ellas con el objeto de facilitar su evangelización y control. A costa de otros idiomas que fueron desapareciendo, esta decisión favoreció la expansión de dos de ellas: el aimara y, sobre todo, el quechua.
El Inti Raymi, Fiesta del Sol, era la celebración religiosa, social y política más importante de los incas. Conmemoraba el año nuevo solar. Prohibida por los conquistadores, fue recuperada a mediados del s. XX como una evocación teatral en quechua y español.
En la década de 1980, algunos investigadores empezaron a revelar cómo, paradójicamente, esta aculturación había provocado la aparición de una conciencia de grupo, la denominada utopía andina. Este ideal ensalza el Tahuantinsuyu, del que ahora todos se considerarían sucesores sin reparar si sus antepasados aceptaron o no la dominación del Incario.
Este discurso aparece en varias rebeliones indígenas desde el s. XVII hasta el s. XX, y sigue presente en la mentalidad de la población indígena actual. Su componente principal es el mito de Inkarri (el inca rey), el convencimiento del regreso del inca para restaurar el orden prehispánico, en que el inca se situaba en la cúspide de una estructura social piramidal, sobre la nobleza, los señores locales, los sacerdotes y los funcionarios. La base estaba ocupada por los campesinos.