Monday, February 26, 2018

La Segunda Guerra Mundial


Las causas de la Segunda Guerra Mundial
El 1 de septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia. Con ello se inició uno de los mayores cataclismos del s. XX: la Segunda Guerra Mundial. Las causas de este conflicto deben buscarse en la situación europea y mundial durante el período de entreguerras (1918-1939): consecuencias negativas de las cláusulas del tratado de Versalles, crisis política de las democracias, crack económico de 1929 y Gran Depresión de la década de 1930 y, por último, política expansionista del fascismo y del nazismo.
Los 21 años que separaron la Primera Guerra Mundial de la Segunda estuvieron marcados por numerosos conflictos internacionales, algunos de ellos relacionados con cuestiones mal resueltas al finalizarse la I Guerra Mundial, como por ejemplo, las duras condiciones impuestas por los vencedores a Alemania, que provocaron un fuerte sentimiento de humillación y de revancha entre la población alemana, lo que facilitó el acceso del nazismo al poder.
Las tropas estadounidenses desembarcan en las costas de Normandía (7 de junio de 1944) para luchar contra el ejército alemán. El ataque japonés a la base militar de Pearl Harbor (Hawai) provocó la entrada de Estados Unidos en la guerra.
En su conjunto, el período de entreguerras estuvo marcado por una inestabilidad crónica, que en el caso de Estados Unidos fue sobre todo de tipo económico, mientras que en Europa a la crisis económica se sumó una fuerte crisis política.
• La inestabilidad económica
La crisis de 1929 y sus consecuencias económicas y sociales fueron el telón de fondo del inestable escenario de la política internacional durante la década de 1930. Tras la confusión de los primeros años posteriores a la I Guerra Mundial, en la conferencia de Locarno (octubre de 1925) se reunieron los países occidentales con el objetivo de poner en marcha un sistema de seguridad colectiva. El espíritu de Locarno exigía una estabilidad económica basada en la cooperación entre las principales potencias. De hecho, el bienestar económico del período 1925-1929 en Europa (los felices años veinte) fue el resultado de las buenas relaciones establecidas por los países europeos y Estados Unidos: el crecimiento europeo estuvo impulsado por una corriente de capitales procedentes de Nueva York.
Hiroshima arrasada por la bomba atómica
La crisis de 1929 rompió el circuito de bienestar económico y estabilidad internacional. Estados Unidos se vio obligado a repatriar los capitales invertidos en Europa para solucionar sus propios problemas, lo que provocó consecuencias desastrosas en algunos países europeos, en especial en Alemania. El cierre de numerosas empresas aumentó el paro y el malestar económico de las clases trabajadoras, que engrosaron las filas de las formaciones sindicales y políticas más radicales, tanto de extrema izquierda como de extrema derecha. De ello se derivó una intensa conflictividad social en toda Europa, donde se multiplicaron las huelgas, los cierres de empresas y los enfrentamientos violentos en las calles (entre las milicias armadas de los partidos o entre los trabajadores y la policía).
La ausencia de acuerdos internacionales para dar solución a la crisis económica provocó que cada país intentara solucionar sus problemas por su cuenta; así, el proteccionismo comercial, iniciado por Estados Unidos e imitado por los países europeos, exacerbó los nacionalismos económicos y los enfrentamientos entre las potencias.
• El expansionismo agresivo de Italia, Alemania y Japón
En la inmediata posguerra, el malestar económico y la conflictividad social habían propiciado en Italia la formación de un régimen autoritario de nuevo cuño, el fascismo, bajo la dirección de un líder carismático, Benito Mussolini. Italia sentía una profunda insatisfacción por las conferencias de paz resultantes de la I Guerra Mundial, puesto que sus aspiraciones territoriales no habían quedado satisfechas; por esta razón, Mussolini emprendió una política exterior muy agresiva: ocupación de Abisinia en 1935, a pesar de la oposición internacional y de la Sociedad de Naciones; intervención en la Guerra Civil española (1936-1939) a favor del bando franquista –del mismo modo que la Alemania de Hitler–; guerras coloniales en Libia y anexión de este país en 1939, y ocupación de Albania en el mismo año.
Mussolini y Hitler
En Alemania el acceso al poder del nazismo, un régimen con grandes similitudes ideológicas con el fascismo italiano, fue mucho más tardío (1933), pero los planes expansionistas de Hitler eran más vastos que los de Mussolini debido a la capacidad industrial y militar de Alemania. El programa de Hitler de unir en un gran Reich (Imperio) a todos los pueblos de lengua germana y conquistar para Alemania el espacio vital necesario para su seguridad y su desarrollo económico fue recibido con esperanza por parte de amplios sectores de la población alemana. Hitler llevó a cabo una política exterior agresiva y militarista sobre los países vecinos, sin que la comunidad internacional se movilizara para frenar su expansionismo.
Lejos de Europa, el imperialismo japonés, con su voluntad tradicional de convertirse en el dueño de Asia, intensificó su política exterior expansionista. Japón intentaba apoderarse de China para dar salida a la crisis económica del país, porque la economía china ofrecía amplias posibilidades para el capital y las exportaciones niponas. En este contexto, el enfrentamiento en Asia Oriental entre Japón y la Unión Soviética, a la cual los japoneses consideraban su gran enemigo asiático, reforzó la alianza japonesa con las potencias fascistas, opuestas a la URSS por motivos ideológicos.
• La debilidad de las democracias occidentales
Las democracias occidentales, debilitadas por los problemas económicos, intentaban evitar lo que consideraban dos grandes amenazas: el fascismo y el comunismo. El miedo a la expansión de este último, junto con la oposición a una nueva guerra por parte de la opinión pública, explican que muchos países occidentales no tuvieran una actitud firme ante las agresiones internacionales de Hitler. Por esta razón, la política exterior de las democracias occidentales durante la década de 1930 fue de claudicación ante Mussolini y Hitler, con la esperanza de impedir la guerra.
• El desprestigio de la Sociedad de Naciones
Finalmente, el desprestigio y la debilidad de la Sociedad de Naciones fue una razón más que precipitó la guerra. En un momento de predominio de los totalitarismos y de debilidad de las potencias occidentales, las relaciones internacionales se fueron deteriorando a lo largo de la década de 1930, sin que la Sociedad de Naciones fuera capaz de realizar ninguna acción para evitar el expansionismo fascista y nazi.
El camino hacia la guerra (1933-1939)
En el marco de este enrarecimiento de las relaciones internacionales, una serie de hechos prepararon el camino hacia la II Guerra Mundial. En primer lugar, se multiplicaron las acciones japonesas en el área del Pacífico. La ocupación de Manchuria (China) por el ejército japonés en 1931 significó el final del período de distensión internacional posterior a la I Guerra Mundial. Ante la condena de la Sociedad de Naciones, Japón se retiró de la organización y ninguna potencia se atrevió a aplicar sanciones.
En el continente europeo, hacia la mitad de la década de 1930 se rompió el precario equilibrio internacional que existía desde 1918. Tras la agresión italiana a Etiopía (1935), Italia quedó aislada internacionalmente y optó por aliarse con la vecina Alemania nazi.
Sin embargo, fue la política expansionista y agresiva de Alemania la que marcó el camino definitivo hacia la guerra. Entre 1933 y 1939 Hitler se convirtió en el eje de la política internacional. En 1933 Alemania se retiró de la Sociedad de Naciones. En 1935 el Führer inició una política sistemática de conculcación del tratado de Versalles: en enero, reincorporó a Alemania el Sarre, territorio alemán administrado por la Sociedad de Naciones, y en marzo, restableció el servicio militar obligatorio. Finalmente, en marzo de 1936, remilitarizó Renania, región fronteriza con Francia.
Miembros del ejército nacionalsocialista trasladan la frontera entre Alemania y Checoslovaquia, según lo acordado en el pacto de Munich (septiembre de 1938), firmado por Alemania, Italia, el Reino Unido y Francia.
Ante la falta de reacción de la comunidad internacional, Hitler inició una política de ampliación del Reich, al que quería incorporar los territorios de otros estados poblados por habitantes de lengua alemana. Esta política se llevó a cabo en dos fases sucesivas. En primer lugar, se produjo la incorporación de Austria (Anschluss) en 1938. Las tropas alemanas invadieron este país y posteriormente se organizó un referéndum para confirmar la anexión. En segundo lugar, el intervencionismo alemán se centró sobre Checoslovaquia. En la región checa de los Sudetes vivían más de tres millones de alemanes, cada vez más influidos por la propaganda nazi. El Gobierno checo se negó a ceder estos territorios a Hitler. Para evitar un conflicto armado se convocó la conferencia de Munich, celebrada el 29 y 30 de septiembre de 1938, en la cual Francia y el Reino Unido aceptaron la incorporación a Alemania de todas las regiones checas pobladas al menos por la mitad de alemanes. Tras este triunfo, el Führer incorporó a Alemania el resto del territorio checoslovaco en marzo de 1939, con lo que creó un estado títere nominalmente independiente (el protectorado de Bohemia y Moravia).
Las potencias del Eje. El estallido de la guerra
La alianza entre Alemania e Italia se había forjado en 1935, con motivo de las sanciones que la Sociedad de Naciones impuso al régimen de Mussolini por la invasión de Etiopía. La Guerra Civil española proporcionó a Italia y a Alemania la primera ocasión efectiva de colaborar militarmente. En 1936 Mussolini proclamó la constitución del Eje Roma-Berlín, con más carácter de solidaridad política que de alianza militar. Por otro lado, Japón, que estaba en guerra con China y temía una intervención soviética, firmó con Alemania el pacto Antikomintern (1936), al que se adhirieron posteriormente Italia, Hungría y la España de Franco.
Los éxitos internacionales de Hitler provocaron un mayor acercamiento de Mussolini, quien en 1939 –después de haber invadido Albania– firmó con Alemania el llamado Pacto de Acero, que selló la alianza de las dos potencias en el terreno militar.
Entrada de las tropas nazis en Salzburgo, el 13 de marzo de 1938
Sin embargo, el preludio inmediato de la nueva conflagración mundial fue el pacto de no agresión germano-soviético firmado entre Joachim von Ribbentrop –jefe de la diplomacia nazi– y Viacheslav M. Molótov –ministro de Asuntos Exteriores de Stalin– el 23 de agosto de 1939. Con este pacto entre dos potencias ideológicamente enfrentadas, Hitler se aseguraba la no intervención de la URSS ante su próximo objetivo: la ocupación de Polonia. Además, unas cláusulas secretas de este tratado pactaban la división de Polonia en dos zonas: la occidental, que pasaría a dominio alemán, y la oriental, que se anexionaría a la URSS. Asimismo, Hitler aceptó la ocupación por los soviéticos de Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania, antiguas posesiones rusas independizadas tras la conclusión de la I Guerra Mundial.
Después de haberse asegurado la neutralidad soviética, Hitler exigió a Polonia la devolución de Danzig –ciudad de población alemana bajo administración internacional– y el libre derecho de paso a través de territorio polaco. La negativa de Polonia a aceptar estas condiciones fue la excusa para justificar la invasión. El 1 de septiembre de 1939 las tropas alemanas invadían Polonia y, dos días después, Francia y el Reino Unido declaraban la guerra a Alemania. Finalmente, la II Guerra Mundial había empezado.
Las fases de la guerra
En los tres primeros años de guerra la mejor preparación de los ejércitos alemán y japonés explica sus aplastantes victorias sobre los aliados. Alemania ocupó la mayor parte del continente europeo, mientras Japón conquistaba los países del sudeste asiático y numerosos archipiélagos del Pacífico. Sin embargo, desde finales de 1942, la superioridad demográfica, económica y militar de la URSS y de Estados Unidos decantó la balanza a favor de los aliados.
• Las victorias alemanas: la guerra-relámpago (1939-1941)
En el momento de estallar la II Guerra Mundial, las fuerzas beligerantes eran prácticamente equivalentes, a pesar de que los aliados habían iniciado el rearme más tarde que las potencias del Eje. Sin embargo, la mejor preparación técnica y el recurso a ofensivas de gran rapidez (la guerra-relámpago o Blitzkrieg) explican los fulgurantes éxitos iniciales del ejército alemán.
En septiembre de 1939 las nuevas tácticas alemanas y la superioridad en armamento quebraron en pocos días la heroica resistencia de los polacos, los cuales, además, se vieron atacados por la Unión Soviética desde el este. El 5 de octubre se completó el reparto de Polonia entre la URSS y Alemania.
Máximo alcance de las conquistas alemanas e italianas durante la II Guerra Mundial. En el período entre 1938 y 1942, Alemania logró tener bajo su influencia a la mayor parte de Europa, ya fuera mediante la anexión, la alianza o la guerra.
La segunda ofensiva alemana estuvo destinada a asegurar el suministro de hierro sueco, que habitualmente llegaba a Alemania por el Báltico, pero en invierno, cuando este mar se helaba, era transportado desde Suecia al puerto noruego de Narvik, desde donde bajaba por la costa hacia Alemania. Para evitar una posible ofensiva británica sobre Noruega, que cortaría un suministro vital para el ejército alemán, en abril de 1940 la flota alemana ocupó Dinamarca, donde los alemanes no encontraron resistencia, y Noruega.
La tercera ofensiva se dirigió contra Francia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo a partir del 10 de mayo de 1940. Los generales franceses estaban convencidos de que se repetiría la situación de la guerra de 1914 y habían dispuesto un sistema defensivo en las fronteras belga y luxemburguesa, considerando que las montañas de las Ardenas resultaban impracticables. Pero los alemanes, siguiendo el plan del general von Manstein, escogieron precisamente las Ardenas como vía de paso a Francia. A finales de junio, el ejército alemán ocupaba los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, y el norte y oeste de Francia; en el centro y el sur de este último país se instaló un régimen dependiente de Alemania, bajo la presidencia del mariscal Pétain, con capital en Vichy. El general Charles de Gaulle, desde Londres, hizo una llamada a la resistencia contra los alemanes. El 10 de junio, Mussolini, deslumbrado por las victorias alemanas, había declarado la guerra a Francia y al Reino Unido.
La cuarta ofensiva fue la llamada batalla de Inglaterra, que se desarrolló en el aire. Hitler esperaba que el Reino Unido, aislado, estaría dispuesto a pactar, pero Winston Churchill, primer ministro británico, manifestó la voluntad de resistencia de su país. A partir de agosto, los aviones alemanes bombardearon Londres y otras ciudades británicas; los británicos bombardearon Berlín. Se había iniciado la táctica de desmoralizar al enemigo mediante ataques en masa a la población civil. En 1941 Hitler decidió atacar a la URSS, para lo cual tuvo que retirar efectivos aéreos del oeste. De esta manera, la batalla de Inglaterra quedó en tablas, aunque el Reino Unido había logrado salvar su integridad territorial.
En enero de 1941, Londres fue bombardeado por los aviones alemanes, lo que produjo una respuesta idéntica, por parte de los británicos, sobre Berlín, sin que los ejércitos de ambos países llegaran a enfrentarse directamente.
Rechazado el intento de invasión de Inglaterra, Churchill quiso alejar la guerra del suelo británico. Para ello, concentró en Egipto las tropas reclutadas en los países de la Commonwealth, con las que derrotó fácilmente al ejército italiano que intentaba avanzar hacia el canal de Suez desde Libia. Diez divisiones italianas fueron destruidas y 130.000 italianos cayeron prisioneros. Preocupado Hitler por la debilidad de su aliado, que ya anteriormente también había sido derrotado en Grecia, envió a Libia una fuerza de apoyo al mando del general Rommel. Además, los alemanes completaron la operación con la conquista de la isla de Creta, y la ocupación de Grecia y Yugoslavia. Grecia quedó en manos de una administración conjunta germano-italiana, mientras que Yugoslavia fue desmembrada y desapareció como estado. Sin embargo, el dominio del Mediterráneo estuvo en todo momento bajo control de la flota británica. La Royal Navy mantuvo abierta la ruta mediterránea gracias a la ineficacia de la flota italiana y la inactividad de la francesa.
• La entrada en guerra de la URSS y EUA (1941). Las primeras contraofensivas aliadas (1942-1943)
En junio de 1941 los alemanes iniciaron la campaña de Rusia u operación Barbarroja. La ofensiva alemana, que violaba el tratado germano-soviético de 1939 y que cogía por sorpresa a los rusos, se planteaba el triple objetivo de tomar Moscú, Leningrado y Ucrania. En los primeros meses, el avance alemán fue incontenible, pero quedó finalmente frenado ante Leningrado y Moscú. La llegada del riguroso invierno ruso suspendió las operaciones hasta la primavera de 1942, lo que permitió la reorganización militar y económica soviética.
Estados Unidos declaró la guerra a Japón al ser atacada su base de Pearl Harbor, en diciembre de 1941. El 4 de junio 1945, quinientos bombardeos estadounidenses B-29 arrasaron la ciudad de Kobe (Japón). El frente del Pacífico no se cerró hasta el 2 de septiembre, con la rendición de Japón.
Un hecho de gran trascendencia fue la entrada en la guerra de Estados Unidos, primera potencia económica del mundo. La opinión pública estadounidense se mostraba mayoritariamente aislacionista, pero su presidente, Franklin D. Roosevelt, había ayudado a los aliados desde el primer momento con el abastecimiento de armas, combustible y alimentos. En agosto de 1941, Roosevelt y Churchill firmaron una declaración conjunta, conocida como la Carta del Atlántico, en la que ambos líderes reafirmaban la validez de los ideales liberales y democráticos y proclamaban la necesidad de organizar un sistema mundial de seguridad colectiva. El apoyo estadounidense a los aliados era cada vez más evidente.
Los intereses opuestos de Estados Unidos y Japón en el Pacífico iban a ser finalmente el detonante de la intervención estadounidense en el conflicto. Los japoneses, aprovechando las dificultades de Países Bajos y del Reino Unido, habían ocupado las colonias de estos países en el sudeste asiático (Indonesia, Hong Kong, Malaysia, Birmania y Singapur). Como consecuencia del bombardeo japonés de la base estadounidense de Pearl Harbor (7 de diciembre de 1941), Estados Unidos declaró la guerra a Japón y a sus aliados. Desde este momento la guerra se hizo mundial.
Una vez reconstruida la flota del Pacífico, los estadounidenses infringieron la primera derrota a los japoneses en la batalla del mar del Coral, en mayo de 1942, y así impidieron que Australia cayera en manos de Japón. En otoño de este mismo año, Estados Unidos inició una gran ofensiva, desembarcando en las islas Salomón y obligando a los japoneses a evacuar Guadalcanal, con lo que se frenó definitivamente la expansión marítima del imperio nipón.
En noviembre de 1942, el ejército alemán se acercaba al Cáucaso, con la vista puesta en los recursos petrolíferos de la zona. Sin embargo, una fuerte contraofensiva rusa hizo posible la primera gran derrota alemana (Stalingrado, enero de 1943). Esta batalla marcó el punto de inflexión del conflicto: a partir de entonces, el ejército alemán tuvo que batirse a la defensiva e iniciar su retirada hacia Alemania.
La guerra en Extremo Oriente desde 1941 hasta 1945. Los deseos expansionistas de Japón toparon con los intereses territoriales de la URSS en el continente asiático, y con los del Reino Unido, Países Bajos y Estados Unidos en el Pacífico.
En octubre de 1942 la campaña de Rommel y del Africa Korps hacia el canal de Suez había sido detenida en El-Alamein (Egipto) por las tropas británicas, conducidas por Montgomery. Poco después, en noviembre de 1942, los aliados desembarcaron en Marruecos y Argelia (África francesa); las tropas de Rommel fueron vencidas definitivamente en Túnez en la primavera de 1943.
• Ofensiva y victoria final de los aliados (julio 1943-agosto 1945)
Desde la plataforma del norte de África, los aliados conquistaron Sicilia entre julio y agosto de 1943. El 25 de julio, Mussolini fue destituido como jefe del Gobierno italiano y hecho prisionero; la firma del armisticio entre Italia y los aliados se hizo efectiva el 8 de septiembre de 1943. Como respuesta los alemanes invadieron Italia y liberaron a Mussolini. La ocupación de Italia por parte de los aliados se realizó con duras batallas y avances lentos (Anzio, Montecassino). Roma no fue ocupada hasta junio de 1944.
La operación definitiva para la liberación de Europa occidental se inició en Normandía el 6 de junio de 1944 mediante el desembarco de diez divisiones aliadas, protegidas por un intenso bombardeo aéreo y naval. El frente alemán se rompió en Avranches en julio de 1944. Los aliados liberaron París el 24 de agosto y prácticamente toda Francia en diciembre del mismo año. En abril de 1945, Mussolini fue ejecutado por guerrilleros de la resistencia italiana.
En febrero de 1945, en la conferencia de Yalta, los aliados acordaron el reparto de Europa en zonas de influencia y programaron la ofensiva final sobre Berlín. Los alemanes capitularon sin condiciones el 7 de mayo en Reims, ante el general estadounidense Dwight D. Eisenhower, y un día después en Berlín, ante el mariscal ruso Gueorgui K. Zhúkov. Hitler se había suicidado, unos días antes, en el búnker subterráneo de la cancillería.
Territorios liberados en la contraofensiva de los aliados contra el Eje. Las zonas de intervención militar de los aliados prefiguran las áreas de influencia de la Guerra Fría, perfiladas en la conferencia de Yalta (febrero de 1945).
De todos los frentes de la II Guerra Mundial sólo quedaba abierto el del Pacífico. El nuevo presidente de Estados Unidos, Harry S. Truman, decidió utilizar un arma nueva, la bomba atómica, de una potencia destructora desconocida hasta entonces. Los días 6 y 9 de agosto, sendas bombas nucleares fueron arrojadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, en las que no existían objetivos militares. La total destrucción de las dos ciudades abría una nueva era en la historia de la humanidad. El 2 de septiembre de 1945, el general Douglas MacArthur recibió la rendición sin condiciones de Japón. Las dos grandes potencias vencedoras, la Unión Soviética y Estados Unidos, salían de la guerra como nuevos señores del mundo.
El holocausto
Resulta imposible referirse a la historia de la II Guerra Mundial sin hacer referencia a los campos de exterminio nazis. Los opositores al régimen nacionalsocialista y los prisioneros de las zonas ocupadas eran enviados a campos de concentración, donde vivían en condiciones durísimas y morían como consecuencia del frío, del hambre, de enfermedades o del trato recibido por la SS (policía encargada de los campos de concentración). A ello hay que añadir el genocidio sistemático de los judíos en campos de exterminio nazis. Se calcula que más de cinco millones de personas fueron víctimas del holocausto y que solamente un 3 % de los judíos deportados pudieron escapar con vida de los campos de exterminio.
Captura de prisioneros judíos por las tropas nazis en las calles de Varsovia durante la II Guerra Mundial
Las consecuencias de la guerra
La II Guerra Mundial provocó ingentes pérdidas demográficas y económicas, trastocó el mapa político de Europa, convirtió a Estados Unidos y a la URSS en superpotencias mundiales y marcó la historia del mundo hasta finales del s. XX.
• El impacto demográfico y económico
Se calcula que en la guerra murieron de 40 a 50 millones de personas (casi la mitad de ellas en la URSS).
Desde el punto de vista económico, la guerra produjo la ruina de los países beligerantes, en especial de los países europeos. Europa perdió definitivamente su hegemonía, al tiempo que Estados Unidos, cuyo territorio permaneció intacto, se convirtió en la primera potencia económica del mundo. La Unión Soviética salió también muy reforzada del conflicto.
Al finalizar la guerra, la población europea apenas podía satisfacer sus necesidades básicas. La escasez de alimentos era alarmante, particularmente en los pueblos de la Europa central. La guerra había destrozado las ciudades y las economías nacionales. A estos males, se añadía la carga de 40 millones de personas desplazadas de sus hogares y de 13 millones de huérfanos de guerra. Para remediar tan inminente necesidad, las Naciones Unidas crearon la UNRRA, con sede en Londres, un organismo encargado de la adquisición y distribución de víveres por toda la Europa hambrienta.
La ciudad alemana de Dresde hacia el final de la guerra
Las naciones europeas que habían sufrido intensamente la guerra, como Gran Bretaña, Italia y Francia, entre otras, necesitaban emprender la reconstrucción si bien carecían de los recursos económicos necesarios para tan magna obra. El 12 de junio de 1947, el presidente de los Estados Unidos en su discurso ante el Senado y la Cámara de Representantes, reunidos en sesión conjunta, manifestó: "Creo que nuestra ayuda –a los pueblos libres– debe revestir principalmente la forma de asistencia económica y financiera". De acuerdo con este criterio, el secretario de Estado, general Marshall, estudió un plan de ayuda económica para la reconstrucción rápida de Europa. Era el denominado plan Marshall, donde se estimaba que eran necesarios unos 24.000 millones de dólares, para un período de tres a cuatro años, para reconstruir Europa. En julio de aquel mismo año, se celebró en París la Conferencia de Cooperación económica europea, a la que no asistieron Rusia ni los países satélites. La conferencia estableció en Europa un sistema de cooperación económica y delimitó los recursos más necesarios en temas de créditos a largo plazo, alimentos, maquinaria o materias primas. En la Conferencia de Londres del 23 de febrero de 1948, Alemania fue incluida en el plan, al que los Estados Unidos concedieron un crédito de 5.300 millones de dólares para la primera anualidad.
• Cambios territoriales. Las dos superpotencias mundiales
Durante los últimos años de la guerra, los aliados celebraron varias conferencias parciales en las que se trazaron las nuevas fronteras de la Europa de posguerra.
En la conferencia de Teherán (octubre 1943), Roosevelt, Churchill y Stalin fijaron una estrategia común frente a Alemania. En la conferencia de Yalta (Crimea, URSS, febrero 1945), los tres líderes hicieron un reparto del mundo en dos grandes áreas de influencia: la soviética y la americana. Alemania y Austria, así como Berlín y Viena, se dividieron en cuatro zonas de ocupación (estadounidense, británica, francesa y soviética). En la conferencia de Potsdam (julio 1945), se decidió la desmilitarización de Alemania y las indemnizaciones de guerra.
División territorial de la Europa liberada tras las conferencias de paz de Yalta y Potsdam en 1945. Los Estados vencidos perdieron territorios en favor de los vencedores, y Alemania fue dividida en cuatro zonas bajo el control de las potencias aliadas.
Como resultado de la guerra, la URSS desplazó sus fronteras hacia el oeste, con la anexión de Estonia, Letonia, Lituania, este de Polonia y zonas de Finlandia, Checoslovaquia, Rumania y Prusia oriental; el archipiélago japonés de las Kuriles pasó también a soberanía soviética. Polonia quedó desplazada hacia el oeste gracias a la anexión de algunas regiones orientales de Alemania. Italia cedió territorios a Yugoslavia y Grecia.
Paralelamente a las conferencias internacionales, el presidente estadounidense F. D. Roosevelt promovió la creación de un organismo internacional para regular los conflictos entre estados y garantizar la paz y la seguridad mundial: la Organización de las Naciones Unidas (ONU), creada en la conferencia de San Francisco (junio 1945).
En Yalta y Postdam se cristalizó la división de Europa en dos zonas de influencia. Europa occidental, bajo la hegemonía de Estados Unidos, se mantuvo dentro del sistema liberal y capitalista, mientras que la Europa del Este, donde se implantaron regímenes comunistas, quedó dentro de la órbita soviética. Las diferencias ideológicas y la lucha de ambas superpotencias por el poder, en un clima de creciente desconfianza, desembocaron en la llamada Guerra Fría, que marcó la política mundial hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991.

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