Monday, February 26, 2018

El colonialismo


El nuevo colonialismo del siglo XIX: el imperialismo
En 1900, las potencias europeas ejercían un dominio casi total del planeta. Este dominio se había logrado de forma gradual a lo largo del s. XIX, hasta alcanzar su máxima expansión entre 1880 y 1914, período que es conocido como "la época del imperialismo".
El imperialismo se desarrolló a partir de 1870, cuando las potencias industriales –Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, Estados Unidos y Japón–, coincidiendo con la segunda fase de la revolución industrial, con el desarrollo del capitalismo financiero y con la exaltación de los nacionalismos, establecieron su control económico y su soberanía política sobre la mayor parte de los territorios de Asia, África y Oceanía. El imperialismo fue la culminación de un proceso iniciado en el s. XVI, cuando las potencias europeas se lanzaron al descubrimiento del mundo. Salvo en América, la expansión europea de los ss. XVI, XVII y XVIII tuvo un objetivo básicamente comercial; pero el colonialismo del s. XIX se diferencia sustancialmente del colonialismo comercial de la etapa anterior (ss. XVI-XVIII) en los siguientes aspectos:
·         — Los viejos imperios se habían ubicado principalmente en América. En cambio, en la nueva etapa, la ocupación se realizó, sobre todo, en África, Asia y Oceanía.
·         — Las antiguas colonias eran colonias de poblamiento, hacia las cuales se produjo un fuerte flujo migratorio desde la metrópoli. Los nuevos territorios fueron, sobre todo, colonias de explotación económica.
·         — El ritmo de ocupación fue muy rápido en el s. XIX. En 1800, la superficie terrestre ocupada por los europeos era del 35 %, y en 1914, del 84,4 %.
·         — Finalmente, las posesiones de la edad moderna dieron lugar a escasos conflictos entre las reducidas potencias coloniales (España, Portugal, Inglaterra, Países Bajos y Francia). En cambio, el imperialismo del s. XIX presentó un carácter más belicoso, ya que la expansión colonial se había convertido en una necesidad ineludible para la economía de los países capitalistas.
• Factores que favorecieron el imperialismo
El imperialismo fue básicamente el resultado de una serie de factores de índole económica ligados al desarrollo del capitalismo. Sin embargo, existieron también factores de carácter demográfico, político e ideológico.
·         Factores económicos: Los factores económicos que impulsaron el imperialismo fueron esencialmente la necesidad de materias primas, la búsqueda de nuevos mercados y la exportación de capitales.
·         Factores demográficos: La revolución industrial y el crecimiento económico impulsaron un fuerte crecimiento de la población europea, que pasó de 190 millones de habitantes en 1815 a 450 millones en 1914. Esta presión demográfica provocó una fuerte corriente migratoria desde Europa hacia el resto del mundo. La movilidad de personas y bienes fue facilitada por la revolución tecnológica en el sector de los transportes.
·         Factores políticos: Si bien los factores políticos no explican por sí mismos el imperialismo, el paso de la expansión económica a la colonización y la ocupación de un territorio siempre fue el resultado de una decisión política favorecida por razones de prestigio, pues las empresas coloniales permitieron a las potencias adquirir un mayor peso en el sistema de relaciones internacionales; por razones estratégicas, para asegurar las rutas marítimas o vigilar zonas de vital importancia, y también por el deseo de paz social, ya que los gobiernos encontraron en la expansión colonial la posibilidad de desviar la atención de la opinión pública de los problemas internos.
·         Factores ideológicos: Los factores ideológicos fueron: el desarrollo del nacionalismo (exaltación del orgullo y del poder del país), la justificación moral y evangelizadora de los grupos misioneros y la divulgación de la teoría de "la misión histórica del hombre blanco", según la cual el dominio del mundo era patrimonio del pueblo mejor dotado física e intelectualmente.
• El sistema de administración colonial
Los territorios conquistados eran administrados por las potencias coloniales, que asumían las tareas de gobierno mediante estructuras administrativas que respondían a dos grandes modelos: colonias y protectorados.
Las colonias europeas a finales del s. XIX. La expansión colonial europea abarcó la práctica totalidad del planeta; sólo los territorios americanos, que, a excepción de Canadá y las islas del Caribe, habían alcanzado la independencia a finales del s. XVIII y en las primeras décadas del s. XIX, quedaron fuera de la intervención europea.
En las colonias no existía un gobierno indígena, sino que eran administradas mediante instituciones y funcionarios dependientes de la metrópoli. Podían ser de poblamiento o de explotación.
·         Las colonias de poblamiento: Eran territorios donde se establecían colonos europeos de forma permanente, en algunos casos, como en Australia, tras el exterminio sistemático de la mayor parte de la población autóctona; la población indígena quedaba sometida a las estructuras económicas, sociales y administrativas de la metrópoli. Éste fue el modelo utilizado por el Reino Unido en los llamados dominios del imperio (Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda y Canadá).
·         Las colonias de explotación: En ellas no existían masas de colonos europeos establecidos de forma permanente. El interés de las metrópolis estribaba en la apropiación de los recursos naturales por parte de grandes compañías agropecuarias o mineras. La población indígena mayoritaria quedaba sometida a la minoría blanca de funcionarios y militares. Este tipo de colonias fue el predominante en la mayor parte de África.
·         Los protectorados: Eran territorios en los que, en teoría, gobernaban las autoridades indígenas, si bien la potencia colonial ejercía un control muy directo, llegando incluso a funcionar como gobiernos paralelos. Se establecieron en territorios que disponían de una sociedad urbana y de una cultura propia consolidadas, que originaban una fuerte oposición a los colonizadores y hacían inviable la penetración cultural europea. Fue el caso de la mayor parte de los países islámicos.
La colonización de Asia
Desde el s. XII hasta el s. XVI las relaciones entre Europa y Asia fueron muy escasas. La expansión comercial y colonial en Extremo Oriente por parte de las naciones europeas fue debida a los progresos de la navegación marítima y al descubrimiento portugués de la ruta que, doblando el cabo de Buena Esperanza, llegaba hasta la India.
• Los europeos en Asia entre los ss. XVI y XVIII
La intervención de los europeos en la historia asiática empezó con la ocupación portuguesa de Goa (1510) y Malaca (1511). Los portugueses establecieron el primer monopolio comercial sobre las rutas de navegación entre África oriental, la India y las islas ricas en especias del Sureste asiático. Sus establecimientos comerciales se extendieron hasta Japón y Macao, factoría situada en el litoral chino.
Monjes budistas chinos con ejemplares del Nuevo Testamento junto a unos misioneros cristianos. Fotografía de ca. 1900-1909. Tras la colonización de un territorio, la población indígena quedaba sometida a la nueva minoría blanca y se veía forzada a adoptar las costumbres y las creencias de los recién llegados.
El monopolio portugués sobre estas rutas marítimas desapareció en el s. XVII, debido a la competencia marítima de los neerlandeses. Estos últimos fortalecieron su control sobre las rutas de las especias con la colonización de las islas indonesias y la fijación de enclaves en el cabo de Buena Esperanza y en Ceilán. En los ss. XVII y XVIII existían otras potencias interesadas en el comercio con el Extremo Oriente: las colonias hispanoamericanas traficaban con Filipinas, mientras que ingleses y franceses lo hacían desde sus emporios comerciales de la India, a través de las compañías de las Indias Orientales.
Hacia 1815, con la decadencia del tráfico de las especias, el Reino Unido adquirió un control predominante sobre el comercio con el Extremo Oriente, gracias a sus posesiones de la India, Singapur y Hong Kong.
• La ocupación de Asia en el s. XIX
El interés de las potencias europeas por este continente aumentó con la apertura del canal de Suez (1869), que unía el mar Mediterráneo y el mar Rojo. El proceso de colonización culminó con el establecimiento de un total dominio económico y político sobre el continente asiático, con excepción de Japón. Se pueden distinguir tres áreas coloniales: Asia meridional y central, Asia sudoriental y Asia oriental.
Asia meridional y central: la hegemonía británica
En Asia central, la acción colonial se centró en la India, territorio que pertenecía a la corona británica desde 1763. Durante un siglo, el control de la India estuvo en manos de. la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, que monopolizaba el comercio británico con el océano Índico. La base principal de operaciones era Calcuta (actual Kolkata), desde donde, progresivamente, el control británico se fue extendiendo sobre toda la península indostánica, muy poblada, pero fragmentada políticamente.
En 1857 tuvo lugar la revuelta de los cipayos, soldados indios encuadrados en el ejército británico bajo la dirección de la Compañía. El motín se convirtió en una sublevación general del norte de la India, con episodios de extrema violencia, sofocada tras un año de guerra. Las consecuencias de esta "gran rebelión" afectaron al sistema de gobierno de la India, a la que se otorgó el acta de gobierno, que establecía la administración directa de la corona británica. La reina Victoria fue proclamada emperatriz en 1877 y la administración de la colonia quedó en manos de un gobernador general y de un cuerpo de funcionarios civiles, el Indian Civil Service. El proceso de transformación de la India supuso la construcción de vías de comunicación, el establecimiento de centros educativos al estilo occidental y la especialización de su economía, de forma que fuera complementaria de la británica. Por ejemplo, se producía algodón con destino a la industria británica, que luego era vendido, ya tejido, en la propia India. Estas prácticas provocaron la desindustrialización de la India durante el s. XIX.
Grabado que representa el ataque de la marina británica a Danubyu en 1825 (Museo Marítimo Nacional, Greenwich, Reino Unido). El 1 de enero de 1886, después de tres guerras (1824-1826, 1852 y 1885) contra el Reino Unido, Birmania (actual Myanmar) pasó a ser una provincia más del Imperio de las Indias.
Para garantizar un territorio de seguridad alrededor de la India, los británicos expandieron sus dominios por el norte y el oeste, hasta los confines de Rusia en Asia central, donde Afganistán quedó como estado-tapón entre ambas potencias. Por la parte oriental, la necesidad de asegurar Bengala impulsó al Reino Unido a ocupar Birmania, con lo que el Imperio británico abría una vía terrestre hacia China y evitaba, con Siam como estado-tapón, la expansión de Francia desde Indochina.
Asia sudoriental
La presencia de Francia en Asia es el aspecto más novedoso de la expansión colonial europea del s. XIX, dado el escaso interés que hasta entonces habían tenido los franceses por establecerse en el continente asiático. A finales del s. XIX, Indochina constituía la perla del Imperio colonial francés. El proceso de ocupación territorial comenzó en la zona de Saigón y en el delta del río Mekong. Hacia 1885-1887, Francia ocupó Camboya, Annam y Tonkín. Con todos estos territorios, en 1887 se creó la Unión Indochina, a la cual se agregó en 1893 el Reino de Laos.
El Reino Unido deseaba controlar las comunicaciones marítimas entre el Índico y el mar de la China meridional, por lo que se anexionó Malasia y Singapur. Esta ciudad era, desde principios del s. XIX, el centro de los intereses británicos en la región. Los Países Bajos consolidaron su dominio sobre Java, Sumatra, Borneo, Célebes y otros archipiélagos indonesios, donde desarrollaron plantaciones de cultivos tropicales y explotaciones mineras.
Las islas Filipinas estuvieron bajo soberanía de España hasta 1898. En este año, a raíz de la guerra hispano-estadounidense, España tuvo que ceder las islas a Estados Unidos, que se configuraban como una agresiva potencia imperialista en el Pacífico.
Asia oriental: los tratados desiguales con China
A finales del s. XVIII, los británicos intentaron la apertura de los puertos chinos al comercio con Occidente. China era el mayor imperio asiático, el "Imperio del Centro" para los chinos, con 400 millones de habitantes, una organización política sólida y un acentuado sentimiento nacional, que hacía que los extranjeros fueran considerados, sin excepción, como "bárbaros".
La apertura de China comenzó en 1839 con la guerra del Opio. El Reino Unido importaba té de China y lo pagaba con cargamentos de opio de la India. Ante las dificultades crecientes que el imperio chino ponía a este comercio, el Reino Unido empleó la fuerza naval para lograr sus objetivos. Como consecuencia de la derrota de China se firmó, en 1842, el tratado de Nankín, por el cual China cedía a los británicos la isla de Hong Kong y admitía el libre comercio en cinco puertos costeros. Fue la primera fase de lo que los chinos llamaron los tratados desiguales, que en 1844 también tuvieron que firmar con Estados Unidos y Francia.
A partir de este momento se inició un progresivo asalto a China, jalonado por la firma de diferentes tratados en los que se ponía de manifiesto la debilidad del Imperio chino. Por el tratado de Tianjin (1860), once puertos más quedaron abiertos al comercio occidental.
La apertura total de China a Occidente se produjo a finales del s. XIX con la guerra chino-japonesa (1894-1895), por la cual Japón arrebató Formosa (Taiwan) a China y forzó la independencia de Corea, que quedó bajo influencia nipona. Paralelamente, las potencias europeas obtuvieron una serie de concesiones económicas para explotar las minas y construir la red de ferrocarriles.
La rebelión de los bóxers (1900-1901) fue la principal y más violenta insurrección llevada a cabo contra la presencia de extranjeros en China. Tropas del vicealmirante británico Edward Seymour enfrentándose a los insurrectos en Pekín, en 1900, grabado alemán de la época.
La explotación del país reactivó el sentimiento nacionalista y originó el levantamiento popular de los bóxers (1900-1901). Su objetivo era la anulación de las concesiones hechas en los diferentes tratados. Las legaciones extranjeras asentadas en Pekín fueron sitiadas durante 55 días, hasta la llegada de refuerzos internacionales. Esta nueva derrota aceleró la descomposición del milenario Imperio chino.
Por otra parte, el afán expansionista de Rusia y Japón en el norte de China y en la península de Corea desencadenó la guerra ruso-japonesa (1904-1905). La victoria de Japón obligó a Rusia a renunciar a sus pretensiones en China y permitió establecer el protectorado japonés sobre Manchuria y Corea, finalmente anexionada en 1910.
La situación de crisis profunda en el interior de China cristalizó en 1911 con el estallido de una revolución que acabó con el sistema imperial y proclamó la república. Fue un intento de liberar China de la dependencia exterior y de conseguir la reconstrucción nacional, que abrió una fase de gran inestabilidad. Ésta no finalizaría hasta después de la II Guerra Mundial con el triunfo de la revolución socialista, dirigida por Mao Zedong.
• La expansión rusa en Siberia
La expansión territorial rusa a través de Siberia comenzó ya en el s. XVII. En la segunda mitad del s. XIX, Rusia amplió sus posesiones siberianas con el dominio del Turquestán y llegó hasta los confines del Imperio británico en la India. Por otra parte, en 1860, en el contexto del acoso occidental a China, Rusia logró una salida al Pacífico con la incorporación de la región del río Amur, donde fundaron Vladivostok.
La colonización efectiva de Siberia se produjo en la segunda mitad del s. XIX con la instalación de unos cinco millones de inmigrantes rusos. La construcción de diversas vías de comunicación, entre ellas el ferrocarril transiberiano, terminado en vísperas de la guerra ruso-japonesa, acercó la Siberia central y oriental a la Rusia europea.
• Japón, una potencia en expansión
Entre los grandes Estados asiáticos, únicamente Japón fue capaz de enfrentarse a la presión colonialista occidental. La industrialización del país a partir de la revolución Meiji (1867-1912) fue un proceso que desembocó en una rápida y agresiva expansión territorial. La necesidad de proveerse de materias primas, vitales para un país con escasez de recursos naturales, la búsqueda de mercados para sus productos y la creación de un potente ejército convirtieron a Japón en una potencia imperialista de primer orden, que inició una rápida y agresiva expansión en dos direcciones: Asia oriental y el Pacífico. En Asia, Japón chocó con Rusia y China; en el Pacífico, con Estados Unidos.
La intervención japonesa en la península de Corea provocó la guerra con China (1894-1895); tras la derrota de este país, Japón se anexionó Formosa y Port-Arthur. Después de la sorprendente victoria de la flota nipona en la guerra ruso-japonesa (1904-1905), Japón dominaba también Corea y Manchuria.
• Las consecuencias de la colonización de Asia
En general, los países colonizados sufrieron un profundo impacto, que modificó sensiblemente su economía, adaptándola a las necesidades de las metrópolis, y su cultura, ya que se les imponían valores y costumbres de los pueblos colonizadores.
La repercusión de la colonización fue diferente según los casos. Por ejemplo, en Indonesia los efectos culturales del dominio neerlandés sobre la sociedad islámica indígena fueron superficiales. En la India, la hegemonía británica influyó poco en la estructura de la sociedad nativa; por el contrario, tuvo un mayor relieve en la economía.
El cambio fundamental que experimentaron las sociedades coloniales de Asia a finales del s. XIX y comienzos del s. XX fue el desarrollo de una nueva clase media, que creció y se formó como resultado de los cambios económicos producidos por los regímenes colonialistas. La mayoría de las metrópolis habían fomentado a principios del s. XX la eclosión de una élite indígena moderna, compuesta por intelectuales, funcionarios y burgueses (industriales, comerciantes y, en algunos países, grandes propietarios agrícolas). En algunos casos, esta evolución social en las sociedades de tipo colonial contribuyó a formar en las futuras naciones asiáticas una élite nacionalista que dirigiría los procesos de independencia.
En todos los territorios se consolidaron los procedimientos fiscales europeos y los sistemas educativos, judiciales y administrativos de Occidente. Este proceso creó las bases para la modernización económica del continente, pero también ocasionó un grave problema de aculturación. Las potencias occidentales impusieron a los países colonizados una cultura, una lengua y, en algunos casos, una religión, a través sobre todo de las misiones, que fue en muchos casos uno de los agentes colonizadores más activos.
La colonización de África
Entre el s. XVI y el s. XIX se produjo la interrupción violenta del proceso histórico africano y la alteración total de sus estructuras por la acción de la colonización europea.
• La presencia europea antes del s. XIX
En el s. XV, los portugueses emprendieron el progresivo reconocimiento del litoral atlántico de África, llegando al cabo de Buena Esperanza en 1488. Posteriormente, Vasco de Gama (1497-1498) bordeó las costas orientales del continente para encontrar el camino a la India. África era un continente sin grandes atractivos para los europeos, considerado básicamente como un lugar de tránsito obligado en la ruta a la India.
El contacto entre el Occidente europeo y las civilizaciones africanas se inscribe en el marco de los grandes descubrimientos marítimos y de las transformaciones económicas en Europa durante la edad moderna. África tuvo un papel especial en este primer sistema colonial. La falta de mano de obra se hizo sentir rápidamente en las colonias europeas de América. Los inmigrantes se adaptaban mal al clima y, sobre todo, no poseían la experiencia necesaria para los cultivos tropicales. Por el contrario, los negros de África, representantes típicos de una civilización agrícola tropical, poseían las aptitudes idóneas para trabajar en las plantaciones. Así pues, desde el comienzo del s. XVI, el tráfico transoceánico de esclavos negros fue el objetivo primordial del comercio europeo en las costas de África.
Desde entonces y hasta finales del s. XVIII, Europa se desinteresó por el interior del continente. Desde los establecimientos costeros se procuraban los esclavos por medio de intermediarios africanos.
El comercio más provechoso era el llamado tráfico triangular: partida desde un puerto europeo hacia la costa de África con un cargamento de artículos de pacotilla; adquisición de esclavos en África; reventa de los esclavos en América y retorno a Europa con un cargamento de productos coloniales (tabaco, índigo, azúcar, ron, algodón). La trata de esclavos supuso para África una sangría demográfica de primer orden.
• Las exploraciones del s. XIX
Durante la primera mitad del s. XIX, las tierras del interior de África eran totalmente desconocidas para los europeos. El clima, el espeso bosque ecuatorial y la inmensidad de los desiertos desanimaban a los colonizadores. Pero a mediados del s. XIX, a pesar de estas dificultades, se procedió a la penetración hacia el interior.
Exploraciones europeas en África en el s. XIX. A principios del s. XX, África no sólo había sido explorada, sino que sus tierras estaban ocupadas prácticamente en su totalidad por las potencias europeas.
Entre los factores que hicieron posible una ocupación rápida del continente africano figuran las exploraciones, llevadas a cabo durante el s. XIX gracias al afán de aventura que existía en muchos países. Los pioneros fueron los británicos Daniel Houghton y Mungo Park, quienes a finales del s. XVIII exploraron el oeste de África. El francés René Caillié llegó a Tombouctou en 1828. Hugh Clapperton y Richard Lander reconocieron el lago Chad y el curso del Níger. El alemán Heinrich Barth recorrió Sudán entre 1850 y 1855. Richard Francis Burton y John Hanning Speke exploraron las fuentes del Nilo.
El misionero escocés David Livingstone (1813-1873), antiesclavista convencido, creía que abriendo África a los misioneros protestantes se pondría fin al tráfico de esclavos. Hizo tres viajes a través del continente africano, el último de los cuales, en 1868, fue seguido atentamente por la prensa de Europa y América. Cuando desapareció, un periódico estadounidense envió a su mejor reportero, Henry Morton Stanley (1841-1904), para que encontrara a Livingstone. En 1871 tuvo lugar el encuentro de los dos aventureros en la ribera oriental del lago Tanganyika.
Entre los exploradores franceses destaca Pierre Savorgnan de Brazza (1852-1905), que en 1880, partiendo de la costa de Gabón, atravesó el territorio del Congo.
• La expansión europea en África antes de 1885
Los exploradores y misioneros prepararon el terreno para la posterior intervención de los estados. Además, la propaganda que se hacía de las exploraciones contribuía a mentalizar a la opinión pública europea sobre la necesidad de anexionarse los territorios africanos.
El norte de África
La primera zona de expansión colonial europea en África fue el norte del continente. La importancia económica de esta región aumentó después de la apertura del canal de Suez (1869), que facilitaba enormemente la ruta desde Europa al continente asiático y la penetración en el África negra.
El dominio francés en la zona empezó con la ocupación de Argelia en 1830, donde se implantó una colonia de poblamiento europeo, sobre todo en los alrededores de Argel y Orán. En 1881 se estableció el protectorado francés en Túnez.
Franceses y británicos mantuvieron una dura disputa desde 1848 para obtener concesiones económicas en Egipto, donde el Reino Unido consiguió la construcción de la línea ferroviaria entre Alejandría, El Cairo y Suez (1850), y Francia obtuvo el encargo de construir y explotar el canal de Suez (1854). Sin embargo, debido a dificultades económicas, el pachá Ismail de Egipto, poseedor de casi la mitad de las acciones del canal, las vendió al Reino Unido. De esta manera, el canal fue controlado a la vez por franceses y británicos.
La rendición de Abd al-Kadir (1847), de Augustin Régis (Museo Condé, Chantilly, Francia). En 1843, tras sucesivos enfrentamientos con el emir Abd al-Kadir, los franceses pasaron a controlar la totalidad del territorio de Argelia.
En 1882, el Reino Unido instauró en Egipto un régimen de protectorado que duró hasta 1922. De esta manera obtuvo una clara superioridad en el dominio del valle del Nilo, única vía de penetración natural hacia Sudán y África oriental.
Marruecos y Libia quedaron al margen de la acción directa de los europeos hasta 1912. En este año, Marruecos fue convertido en protectorado de Francia (la parte más extensa y fértil del país) y de España (la zona del Rif, en el norte, más Ifni y Tarfaya, en el sur), mientras que Tánger quedó bajo administración internacional. Entre 1911 y 1912, Italia se anexionó la provincia otomana de Libia tras derrotar a las fuerzas turcas.
África occidental y central
Los franceses habían emprendido la ocupación de Senegal en 1870. Entre 1876 y 1885 iniciaron la penetración en dirección al Níger, pero hasta después de 1890 no completaron la conquista del valle de este río, desde Ségou hasta Tombouctou (1890-1893), así como del Sudán occidental. El Alto Volta (actual Burkina Faso) y Costa de Marfil resistieron siete años los ataques franceses (1891-1898). No menos encarnizada fue la resistencia en Dahomey (1890-1894). Hasta 1900, en que convergieron en las riberas del Chad tres expediciones francesas procedentes de Argelia, de Senegal y del Congo, Francia no se aseguró el enlace territorial entre sus posesiones del norte de África, del África occidental y del África central.
Los británicos se anexionaron Costa de Oro (actual Ghana) en 1900, y establecieron un protectorado en el territorio de Nigeria.
Los alemanes, instalados tardíamente (1884) en cuatro puntos que habían quedado disponibles en las costas de África (Camerún, Togo, África del Sudoeste –actual Namibia– y Tanganyika –actual Tanzania), progresaron lentamente hacia el interior. Pocos años después entraron en competencia con el Reino Unido y Francia, que poseían colonias limítrofes con Togo y Camerún.
Bélgica y Francia rivalizaron por la colonización del África central y, sobre todo, por el dominio de la cuenca del Congo. Finalmente, con el apoyo de británicos y alemanes, Leopoldo II, rey de Bélgica, colocó el Estado Libre del Congo (actual República Democrática del Congo) bajo su dominio personal directo (1879). Paralelamente, Francia dio soporte a las expediciones de Brazza al norte del Congo, lo cual le enfrentó a la acción colonizadora del rey belga.
Liberia, constituida en 1847, fue, junto con Etiopía, el único estado independiente de África.
África oriental y austral
En el África oriental se establecieron asentamientos de diversas potencias europeas, pero el principal enfrentamiento fue entre británicos y alemanes. El Reino Unido colonizó Sudán en el año 1866, y desde allí se expandió hasta Kenya y Somalia. Alemania, por su parte, después de efectuar expediciones de exploración y de firmar tratados con los soberanos nativos, se estableció en Tanganyika en 1884. Francia ocupó Obock, en Somalia, e impuso un protectorado en la isla de Madagascar (1885), que fue finalmente anexionada (1896). Italia se estableció en Eritrea y Somalia, territorios desérticos sin interés económico para las principales potencias.
El África austral fue la zona donde los intereses coloniales chocaron de forma más intensa. Los principales conflictos enfrentaron a británicos, alemanes y portugueses y además, al Reino Unido con los colonos bóers de Sudáfrica.
Portugal poseía las zonas costeras de Angola, en el Atlántico, y de Mozambique, en el Índico, y aspiraba a unirlas por tierra, proyecto que se vio truncado por la oposición de los británicos. Los alemanes, por su parte, se instalaron en 1884 en una franja situada en el África del Sudoeste (actual Namibia).
En África del Sur, los neerlandeses habían establecido en 1652, en el cabo de Buena Esperanza, una importante escala en la ruta a las Indias orientales. El clima templado de la región había facilitado el establecimiento de colonos de origen neerlandés (los bóers o campesinos) que habían combatido o reducido a esclavitud a los autóctonos (hotentotes, bosquimanos y bantúes). En 1815, la provincia de El Cabo pasó a ser británica, mientras que en Natal el jefe nativo Chaka constituía un estado zulú (1807-1828). Los bóers, a fin de escapar a la britanización y a la abolición de la esclavitud, decidida en 1833 por las autoridades británicas, emigraron hacia las llanuras de Natal; esta emigración masiva se conoce con el nombre de Gran Trek. El Reino Unido se anexionó Natal, pero, tras entablar negociaciones con los colonos bóers, acabó por reconocer la independencia de las repúblicas creadas por éstos en Orange y Transvaal (1852-1854), que a su vez en 1860 se transformaron en la Unión Sudafricana.
Combatientes bóers (Museo de las Dos Guerras Mundiales, París, Francia). Los procesos de colonización también suscitaron conflictos intercoloniales, como la guerra que enfrentó al Reino Unido con los colonos de origen neerlandés (bóers) de las repúblicas del Transvaal y de Orange.
El descubrimiento de yacimientos de diamantes y de oro en la región (1867) aumentó el interés británico por el control del territorio. Cecil Rhodes, un hombre de negocios y político británico, propuso extender el dominio británico por toda la cuenca del Zambeze (la futura Rhodesia) y crear un imperio africano desde El Cairo hasta El Cabo. Su acción se desarrolló a través de una compañía comercial, la British South Africa Company (1889). Obligó a los portugueses a replegarse hacia el litoral (Mozambique y Angola) y fundó grandes empresas mineras, cuyos yacimientos de oro y diamantes se hallaban situados principalmente en el territorio de las repúblicas bóers. La negativa de éstas a aceptar la soberanía del Reino Unido culminó con el estallido de la guerra anglo-bóer (1899-1902). El conflicto se resolvió con la derrota de los bóers, lo que significó para las repúblicas el convertirse en colonias británicas, aunque dotadas de un amplio régimen de autogobierno.
• La conferencia de Berlín
El Estado Libre del Congo, propiedad personal del rey belga Leopoldo II, ocupaba buena parte de los territorios situados a la orilla izquierda del río. Los franceses se habían instalado en la orilla derecha del río Congo y los portugueses controlaban la desembocadura del río, mientras que británicos y alemanes tenían colonias al este del territorio, desde donde podrían iniciar la expansión hacia la cuenca del gran río centroafricano. Para evitar el estallido de un conflicto bélico entre las potencias interesadas en el Congo, el canciller alemán Von Bismarck convocó la conferencia de Berlín (noviembre de 1884-febrero de 1885). En la conferencia, a la que asistieron catorce países, entre ellos el Reino Unido, Francia, Alemania, Portugal, Bélgica y España, se acordaron también las normas internacionales para completar el reparto del continente.
Los acuerdos de la conferencia confirmaron los derechos de Leopoldo II y establecieron la libertad de comercio en la cuenca del Congo, la libertad de navegación por este río y por el Níger y la regulación del procedimiento para adquirir nuevos territorios en el futuro. Los derechos históricos sobre algunas regiones africanas que alegaban algunos países (sobre todo España y Portugal) no fueron reconocidos, y el único criterio para implantar la soberanía de una potencia sobre un territorio sería la ocupación militar efectiva, lo cual beneficiaba a las principales potencias, que contaban con mayores recursos económicos y militares. A partir de este momento, los europeos iniciaron una carrera febril para ocupar los territorios aún no dominados en África.
• El reparto de África después de la conferencia de Berlín
La Conferencia de Berlín y una serie de acuerdos bilaterales fijaron las zonas de influencia de cada potencia, de tal forma que en 1914 todo el continente, con la excepción de Liberia y Etiopía, estaba en poder de los estados europeos.
El Reino Unido, que ya dominaba el valle del Nilo y África del Sur, logró hacerse prácticamente con el control del eje El Cairo-El Cabo, sólo roto por el África Oriental Alemana (actual Tanzania).
Francia centró sus esfuerzos en lograr el control del África occidental, intentando unir sus posesiones del norte con las de Senegal y el Congo. Sin embargo, los franceses fracasaron en su intento de lograr la comunicación con el Índico a través de Sudán, debido a la resistencia británica.
Reparto de África entre las potencias europeas. La conferencia de Berlín (1884-1885) dio el pistoletazo de salida para la ocupación total del interior del continente africano.
Alemania se lanzó a la expansión imperialista a partir de 1880, cuando ya apenas quedaban espacios libres en África; por eso sólo pudo hacerse con un imperio reducido, lo cual provocó tensiones con otros países, ya que los alemanes reclamaban un papel más importante en la escena internacional. Eran colonias alemanas Togo, África del Sudoeste, África Oriental y Camerún.
Portugal mantuvo dos estrechas franjas costeras en Angola y Mozambique. España sólo consiguió el territorio de Río de Oro (Sahara Español) y Guinea Ecuatorial. Italia dominaba Eritrea y Somalia, desde donde intentó infructuosamente hacerse con Etiopía.
El reparto del continente no estuvo exento de tensiones y conflictos, como ocurrió en 1898 en Fashoda (Sudán), donde se encontraron el ejército francés, que avanzaba desde el África occidental hacia el Índico, y el británico, que por el valle del Nilo avanzaba por Sudán hacia el sur. Ambas potencias intentaban conseguir la formación de un imperio continuo. El roce estuvo a punto de desencadenar una guerra entre ambas potencias, pero al año siguiente firmaron un acuerdo por el cual el Chad pasaba a ser dominio francés.
La rivalidad económica y colonial entre las potencias europeas, constante en las relaciones internacionales entre 1890 y 1914, fue una de las causas principales del estallido de la I Guerra Mundial.
• Las consecuencias de la colonización en África
La colonización de África tuvo importantes consecuencias económicas, políticas, sociales y culturales.
La economía de los países africanos pasó a depender estrechamente de la metrópoli, de la cual recibían casi la totalidad de los productos fabricados. Esto supuso la destrucción de la estructura artesanal tradicional. En la agricultura, de forma paralela al campesinado indígena, que practicaba una agricultura de autoconsumo con métodos tradicionales, se fue desarrollando una economía moderna de plantaciones o de grandes propiedades agrícolas de gestión capitalista, en manos de empresas europeas.
La economía colonial estaba orientada hacia una producción muy especializada, dirigida hacia la exportación (cacao, café, té, cacahuete, etc.). Dos o tres productos, a veces uno solo, proporcionaban a menudo el 80 % o el 90 % de las exportaciones (algodón en Egipto, vino en Argelia, cacahuete en Senegal, etc.). La creación de economías basadas en el monocultivo supuso con frecuencia el abandono de la producción de cultivos destinados a la alimentación de la población nativa, por lo que numerosos territorios perdieron la capacidad de autoabastecerse, lo cual tendría consecuencias muy negativas para el futuro. Además, las empresas de la metrópoli fijaban los precios agrarios y sus beneficios nunca revertían a los territorios colonizados.
La colonización favoreció la construcción de infraestructuras, pero éstas se hicieron en función de las necesidades de producción de la metrópoli y no para facilitar las comunicaciones internas.
Los efectos políticos de la colonización fueron también traumáticos para el continente africano, ya que se diseñó una estructura geopolítica de territorios con fronteras artificiales, que se mantendrían después de la independencia de las colonias. Esta división administrativa comportaría problemas muy serios en el futuro, porque se mezclaron a la fuerza pueblos con culturas, tradiciones y lenguas diferentes, a veces enfrentados desde hacía siglos, como ocurrió en el caso de los tutsis y los hutus en los territorios belgas de Ruanda y Burundi.
Entre los aspectos sociales y culturales de la colonización se debe citar la aplicación de avances médicos y el establecimiento de una mínima estructura sanitaria, que permitió un descenso de la mortalidad. El mantenimiento de las altas tasas de natalidad produjo un fuerte crecimiento demográfico, que dio lugar a poblaciones con una estructura muy joven e impulsó, en ocasiones, el éxodo rural. Ello generó un crecimiento desmesurado de las ciudades.
Por otro lado, los colonizadores impusieron la cultura, la lengua y la religión europeas, lo cual provocó problemas de aculturación y de retroceso de las lenguas y tradiciones autóctonas. Los grupos más afectados por el proceso de aculturacion fueron las élites indígenas, que constituirían las capas dirigentes de los estados africanos tras el proceso de descolonización.

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