Monday, February 26, 2018

Las revoluciones liberales burguesas


La Europa de la Restauración
Tras la definitiva derrota de Napoleón, la monarquía, el clero y la alta burguesía francesas impusieron el retorno a la situación política anterior a la revolución de 1789.
En el congreso de Viena (1814), las cuatro potencias vencedoras (el Reino Unido, Rusia, Austria y Prusia) más Francia intentaron aniquilar toda la obra de la revolución francesa y del período napoleónico. Prohibieron las ideas de la Ilustración y el principio de soberanía nacional e impusieron los principios del legitimismo –poder absoluto en manos del monarca– y el tradicionalismo –familia, rey y religión–.
La Libertad guiando al pueblo (1830), de Eugène Delacroix 
Para mantener el espíritu de Viena, Rusia, Austria y Prusia crearon la Santa Alianza para poder intervenir militarmente y sofocar cualquier revolución en cualquier país del pacto. Francia se unió, pero el Reino Unido, temeroso del auge del absolutismo monárquico, rechazó la propuesta.
La ideología revolucionaria
Por debajo del marco político fijado en el congreso de Viena, se desarrollaron diversos movimientos herederos de los principios revolucionarios y contrarios a la monarquía absoluta.
• El liberalismo político
El liberalismo político defiende la libertad como derecho de todos los hombres. Sus raíces se encuentran en el s. XVIII, en pensadores como Locke, Montesquieu o Rousseau.
Para el liberalismo el ciudadano debe dirigir la política del país a través del sufragio y de la representación parlamentaria. Por encima de cualquier ley está la constitución, como garante de los derechos individuales y colectivos, y límite del poder del monarca y de los gobiernos.
• El nacionalismo
El nacionalismo surge como el sentimiento que une a un pueblo, sobre la base de tener una identidad común, es decir, la participación colectiva de una misma cultura –lengua, historia, religión, etc.–.
Existen dos corrientes nacionalistas: la centrífuga, seguida por pueblos que quieren abandonar el estado que les oprime, como los croatas, húngaros, checos o moravos, dentro del Imperio austriaco; los irlandeses en el Reino Unido; los griegos, sometidos a los turcos, o los polacos, cuyo país estaba repartido entre Rusia, Prusia y Austria; y por otra parte, la centrípeta, propia de los pueblos que quieren fusionarse para formar un solo estado, como Alemania o Italia.
1820: crisis del congreso de Viena
En 1820 Europa se vio sacudida por una oleada revolucionaria contra las monarquías absolutas (España, Portugal, Italia y Rusia). Estas revoluciones pusieron de manifiesto la debilidad ideológica y política de la Restauración.
• El proceso de independencia en Grecia
En 1821 los campesinos y el clero ortodoxo se levantaron en Grecia para pedir la independencia frente a Turquía. La insurrección fue derrotada y reprimida con brutalidad. Sólo en la península de Morea resistió un reducto revolucionario, hasta que los egipcios, aliados de los otomanos, ocuparon la península. A causa de la presión popular, los gobiernos británico y francés mandaron sus flotas a ayudar a los revolucionarios y derrotaron a las armadas turca y egipcia en Navarino (1827), mientras que los rusos entraron en territorio otomano (1829). Por el tratado de Adrianópolis (1829) los griegos alcanzaron la autonomía y un año después la independencia.
La victoria franco-británica sobre las flotas de Turquía y Egipto en la batalla de Navarino (1827) fue decisiva para la liberación de Grecia del Imperio otomano. Batalla de Navarino, por Hyppolite Garneray (Museo Nacional de Versalles, Francia).
• Fracaso en España: la experiencia del Trienio Liberal
En 1820 un sector del ejército, al mando del coronel Rafael del Riego, se sublevó contra Fernando VII, quien en 1814 había reinstaurado el absolutismo, y obligó al rey a jurar la Constitución de 1812; el monarca pidió ayuda a Francia, que envió un ejército –los Cien Mil Hijos de San Luis– para volver a restaurar el absolutismo (1823) y poner fin al Trienio Liberal.
Julio de 1830: estallido de la revolución
En 1830 estalló una segunda oleada revolucionaria. La crisis económica conllevó que los obreros se unieran a las burguesías liberal y nacionalista.
La revolución en Francia
Los Borbones volvieron a Francia en la figura de Luis XVIII (hermano de Luis XVI), quien concedió cierto poder a las cámaras constitucionales y promulgó una ley que favorecía a los liberales en las elecciones. A su muerte le sucedió su hermano, Carlos X, quien disolvió las cámaras, suprimió la libertad de prensa y modificó la ley electoral. En París estalló una revolución que acabó con la proclamación de una monarquía burguesa gobernada por Luis Felipe de Orleans.
Las revueltas de la burguesía francesa contra la monarquía absoluta de Carlos X desembocaron en la proclamación de Luis Felipe de Orleans como rey de Francia. Juramento real de Luis Felipe de Orleans (8 de agosto de 1830).
• La independencia de Bélgica
Bélgica formaba parte de los Países Bajos desde 1815. Mientras Bélgica era católica y en parte de lengua francesa, Holanda era calvinista. Los holandeses gobernaban, controlaban los cargos públicos y el ejército. La subida de los impuestos fue el detonante para que los ciudadanos de Bruselas se lanzaran a la calle dirigidos por los liberales y la Iglesia católica. Apoyada por Francia y el Reino Unido, Bélgica consiguió la independencia y nombró rey a Leopoldo de Sajonia-Coburgo.
1848: la primavera de los pueblos
Una nueva idea se iba abriendo camino por Europa: la democracia –no hay libertad sin representación–. Junto a ella, también se reivindicaban las mejoras sociales.
• La situación en Europa en vísperas de la revolución
Desde 1845 Europa sufría una fuerte crisis agrícola debida a las malas cosechas de trigo y patata. El aumento de precios de los productos alimenticios provocó, a la larga, el cierre de talleres y fábricas, la ruina de pequeños ahorradores y la quiebra de muchos bancos. La crisis política tampoco se había solucionado; en la Francia de Luis Felipe de Orleans el poder estaba en manos de la burguesía, mientras que la sociedad demandaba democracia a través del sufragio universal.
• Francia y la revolución: de febrero a junio de 1848
En Francia la crisis económica incrementó el descontento hacia el régimen orleanista. Las masas salieron a la calle y la Guardia Nacional se unió a ellas. Luis Felipe abdicó, y se formó un gobierno reformista integrado por republicanos y socialistas, que proclamó la II República y llevó a cabo un programa político y social revolucionario.
El estallido revolucionario de 1848 llevó a la burguesía a dar apoyo a los gobiernos autoritarios ante el temor al triunfo de las reivindicaciones de los obreros. Incendio del Palacio Real de París en febrero de 1848 por E. Hagnauer (Museo Carnavalet, París, Francia).
Ante la crisis económica, que afectaba especialmente a los obreros, los socialistas promovieron los Talleres Nacionales, donde los trabajadores controlaban los medios de producción. La Asamblea Nacional ordenó el cierre de estos talleres, lo que provocó una sublevación obrera.
• Expansión de la revolución a Europa
La revolución se extendió al Imperio austriaco. En Viena las revueltas de obreros, burgueses y estudiantes obligaron a dimitir al canciller Metternich y se proclamó una constitución. Esta situación de crisis del Imperio la aprovecharon las minorías nacionalistas, como los checos y los húngaros, para pedir su independencia.
En Milán se expulsó al ejército imperial. La revolución se extendió a Lombardía y al Véneto. Parma, Módena y Toscana expulsaron a las monarquías colaboracionistas. El papa Pío IX huyó de Roma y en Nápoles Fernando II se vio obligado a conceder una constitución.
• El triunfo de la reacción
El ejército austriaco invadió las zonas rebeldes en Bohemia, Piamonte, Parma, Módena y Toscana. Fernando II aprovechó la victoria austriaca para reprimir el movimiento democrático en Nápoles y Sicilia. Pío IX volvió a Roma después de que el ejército francés expulsara a los revolucionarios de la ciudad.
Movimientos revolucionarios de 1848. La crisis económica de base agrícola del continente europeo a mediados del s. XIX favoreció la aparición de movimientos revolucionarios en toda Europa.
El ejército prusiano entró en Berlín. El parlamento de Frankfurt huyó a Stuttgart, pero el gobierno de Wurtenberg accedió, por temor a los prusianos, a disolver el parlamento.
Balance del proceso revolucionario
A pesar del fracaso de las revoluciones, la vuelta a regímenes conservadores no fue un mero retorno al pasado. En la mayor parte de Europa occidental se habían aprobado constituciones que limitaban el poder real y que contemplaban la permanencia de los parlamentos. Asimismo, las revoluciones consiguieron abolir los últimos vestigios del régimen señorial.
El fracaso de las revueltas modificó los planteamientos de algunos estados. Es el caso de Prusia y Piamonte que, por decisión de sus gobiernos, encabezaron los procesos de unidad de Alemania e Italia, respectivamente. En Francia, Luis Napoleón Bonaparte dio un golpe de estado y reinstauró la monarquía. Austria y Prusia mantuvieron monarquías absolutas.
El movimiento obrero fue el sector más perjudicado por las revoluciones que recorrieron Europa a lo largo de 1848. Según algunos historiadores, la burguesía se asustó ante las demandas obreras y prefirió respaldar a los gobiernos absolutistas o autoritarios. Otros historiadores afirman, en cambio, que la burguesía manipuló a los obreros usándolos como fuerza de combate ante los ejércitos de la reacción.

No comments:

Post a Comment