Friday, February 23, 2018

La Guerra de los Cien Años


Las raíces del conflicto
Entre los años 1337 y 1453, las coronas de Francia e Inglaterra protagonizaron un largo conflicto en el que se sucedieron los enfrentamientos armados salpicados por breves períodos de paz inestable. Pese a que el detonante de la ruptura de hostilidades entre los Valois (franceses) y los Plantagenet (ingleses) fue la pretensión de Eduardo III de Inglaterra al trono francés, las causas de esta compleja situación fueron múltiples. El dominio inglés sobre el feudo de Guyena (Burdeos), la conflictividad política en Flandes y Bretaña, los problemas comerciales entre ambos estados, la ayuda que Francia prestaba a Escocia y el autoritarismo de la monarquía francesa fueron otros tantos desencadenantes de esta larga guerra que coincidió, además, con una terrible crisis que afectó a toda Europa.
• Las razones dinásticas: un conflicto sucesorio
El rey Felipe IV de Francia (1285-1314) había convertido su reino en el más poderoso de la Europa de su tiempo. A su muerte proliferaron los problemas sucesorios. Su hijo, Luis X, que sólo reinó durante dos años (1314-1316), murió sin heredero varón, dejando el trono a su hermano, Felipe V (1316-1322). Tampoco éste dejó sucesor, y fue un tercer hermano, Carlos IV, quien accedió al trono francés; sin embargo, la muerte de este último (1328), también sin heredero, impedía la continuación de la dinastía francesa de los Capetos, dado que la ley sucesoria francesa excluía a las mujeres como candidatas al trono (ley sálica).
Juana de Arco
Una asamblea de nobles franceses eligió como monarca a Felipe de Valois, miembro de una rama secundaria de los Capetos, que dio origen a la dinastía de los Valois. Los dos candidatos rechazados por la nobleza francesa, Eduardo III de Inglaterra (duque de Guyena y conde de Ponthieu) y Felipe de Évreux, aceptaron esta decisión a cambio de la confirmación de sus feudos. Sin embargo, la situación se deterioró con rapidez. El conflicto abierto estalló cuando Felipe VI intervino en el Ducado de Guyena y, ante el rechazo de Eduardo III, confiscó el feudo (1337); el rey inglés renegó del homenaje hecho en 1329 y proclamó la ilegitimidad del Valois al trono de Francia, reclamándolo para él.
La primera fase de la guerra
Eduardo III declaró la guerra a Felipe VI en 1337. En 1340, los franceses sufrían una derrota aplastante ante la escuadra inglesa en la batalla de L'Écluse, el antepuerto de Brujas. La victoria del rey inglés, propiciada por la gran efectividad de sus arqueros sobre los soldados y marineros franceses, permitió a los ingleses ocupar Normandía y asegurarse el control del canal de la Mancha.
• La invasión inglesa y las grandes victorias
Eduardo III reunió su ejército en Normandía, al tiempo que atizaba la guerra civil en Bretaña y atacaba los territorios del sudeste francés desde sus bases en Aquitania. Finalmente, cuando el ejército inglés se puso en marcha encontró a los franceses en Crécy-en-Ponthieu (1346) y los derrotó. La derrota de Crécy trajo consigo el asedio y la captura de la estratégica plaza de Calais, que los ingleses conservarían hasta el s. XVI.
Francia durante la segunda mitad del s. XIV
En 1355, los ingleses, dirigidos ahora por el príncipe Eduardo de Gales, conocido como el Príncipe Negro, lanzaron su segunda gran ofensiva. Un año después, el Príncipe Negro emprendió una nueva campaña, esta vez decidido a entablar batalla con el ejército de Juan II, dirigiéndose al norte, hacia Poitou. Ambos ejércitos se encontraron en los alrededores de Poitiers y se dispusieron en orden de batalla; la historia de Crécy volvió a repetirse, y la mejor táctica y la mayor disciplina de los ingleses triunfaron sobre la falta de organización y el anticuado valor caballeresco de los franceses. El propio rey francés fue capturado y enviado a Inglaterra.
• La lenta recuperación francesa
Finalmente, el delfín Carlos, hijo de Juan II y que actuaba como regente, firmó con Eduardo III la paz de Brétigny-Calais (1360). El rey inglés renunciaba de manera definitiva a la Corona francesa, pero a cambio obtenía las posesiones de Calais, Ponthieu y Guines y doblaba sus dominios en Aquitania. Francia perdía casi una cuarta parte de su territorio. Sin embargo, Carlos sabía que era necesario poner fin a los problemas internos en Navarra y Bretaña antes de recuperar las tierras cedidas a Inglaterra. En 1364, Juan II murió en Londres y el delfín Carlos fue coronado con el nombre de Carlos V. El nuevo rey encontró un hábil colaborador en el noble bretón Bertrand du Guesclin, y supo rodearse de un equipo de burgueses que sanearon las finanzas reales.
La fuerza de Carlos de Navarra no radicaba en sus posesiones ibéricas, sino en los extensos dominios que tenía en Normandía y Poitou. En 1364, las tropas francesas se enfrentaron a los coaligados navarros y anglogascones en la localidad de Cocherel, donde se impusieron la mejor disciplina francesa y la buena táctica de Bertrand du Guesclin. Todos los dominios franceses de Carlos de Navarra pasaron a manos de Carlos V.
El interludio de paz
Liberado del peligro interno, Carlos V buscó nuevos aliados en su lucha contra los ingleses. Para ello se dirigió a Castilla, donde Enrique de Trastámara, apoyado por una parte de la nobleza castellana, se había rebelado contra su hermanastro, el rey Pedro I. Carlos V necesitaba la flota castellana para neutralizar a la inglesa y asegurarse el control del canal de la Mancha. Finalmente, en 1369, Enrique de Trastámara eliminaba a Pedro I en Montiel, con lo que Francia ganaba un aliado de primer orden en la lucha que se avecinaba contra Inglaterra.
• La victoria francesa
En 1370 volvió a estallar la guerra entre Francia e Inglaterra. Carlos V pretendía gobernar como soberano sobre los territorios de Aquitania, a pesar de tratarse de un feudo inglés. En 1372, la flota castellana aplastaba a la inglesa en La Rochelle, con lo cual acababa con el poderío naval inglés.
La guerra de los Cien Años agravó la crisis que asolaba Europa en el s. XIV. Miniatura de la batalla de Poitiers (1356) que ilustra las Crónicas de Froissart (Biblioteca del Arsenal, París, Francia).
Finalmente, cuando en 1375 se llegó a la tregua de Brujas, los ingleses sólo dominaban cinco ciudades costeras, los únicos restos del gran imperio obtenido en la paz de Brétigny. Entre 1376 y 1387 murieron los grandes protagonistas de la primera fase de la guerra: el Príncipe Negro, el rey Eduardo III, Carlos de Navarra, el rey francés Carlos V y Bertrand du Guesclin. Acompañadas por una tregua larga y estable (1380-1413), estas muertes parecían sentar las bases de una paz definitiva.
La segunda fase de la guerra
Sin embargo, los conflictos internos en ambos países los llevaron de nuevo a la guerra abierta. En Inglaterra, una conjura nobiliaria dirigida por Enrique de Lancaster destronó a Ricardo II bajo la acusación de francofilia. Un importante sector de la nobleza y la burguesía inglesas ansiaba volver a la guerra contra Francia, en un intento por recuperar las tierras y los beneficios que se habían perdido en 1380. En Francia, por su parte, la locura de Carlos VI hizo que las aspiraciones políticas de los parientes del rey —sus tíos el duque de Orleans y el duque de Borgoña— se tradujesen en una lucha abierta entre facciones nobiliarias (borgoñones y armañacs). La guerra civil estalló en Francia en el mismo momento en que Enrique V de Inglaterra se aprestaba a una nueva invasión. En 1415, los ingleses se apoderaron de la ciudad de Harfleur. Un ejército francés muy superior en número se enfrentó a los ingleses, dirigidos por Enrique V, en Azincourt. La contienda terminó con una rotunda victoria de los ingleses.
• La crisis francesa
Las intrigas nobiliarias francesas empujaron a los borgoñones a firmar con los ingleses un acuerdo que fue impuesto a un desventurado —y ya demente— Carlos VI (Troyes, 1420). Así, Enrique V retendría a título personal el Ducado de Normandía, se casaría con Catalina, hija de Carlos VI de Francia, y el heredero de ambos gobernaría sobre Inglaterra y Francia, aunque ambos reinos mantendrían sus leyes e instituciones propias. El aliado del rey inglés, Felipe de Borgoña, obtenía un extenso ducado: prácticamente un reino independiente en el este de Francia.
• La intervención de Juana de Arco
Sin embargo, en 1422 la muerte sorprendió no sólo al rey francés Carlos VI sino también a Enrique V. Su heredero apenas contaba un año de edad y fue su tío el duque de Bedford quien asumió la regencia. Por su parte, un sector de la nobleza francesa juró lealtad al delfín Carlos (hijo del rey de Francia Carlos VI), que se había negado a aceptar el acuerdo de Troyes, que le excluía del trono.
Juana de Arco anuncia al delfín Carlos de Francia en su castillo de Loches la liberación de Orleans, miniatura del s. XV (Centro Jeanne d'Arc, Orleans, Francia).
En este momento de la guerra apareció un personaje peculiar: Juana de Arco. Aunque no era más que una campesina adolescente de Lorena, convenció a Carlos y a sus seguidores del carácter divino de la guerra contra los ingleses. Juana de Arco se puso al frente del ejército francés y atacó a los ingleses, que en aquel momento sitiaban Orleans. El entusiasmo de Juana de Arco se contagió a los franceses, que no sólo liberaron Orleans sino que vencieron también en la batalla de Patay (1429). Aunque el ejército dirigido por Juana fracasó ante París, los franceses reconquistaron Reims, donde Carlos fue coronado rey.
En 1430, Juana fue apresada por una partida de soldados borgoñones y vendida a los ingleses, quienes la acusaron de brujería y la sentenciaron a morir en la hoguera. Fue quemada en Rouen en 1431. Sin embargo, su intervención había dado un vuelco a la situación militar y política.
• El final de la guerra
En 1436, con la llegada de Carlos VII a París, la suerte de la guerra estaba prácticamente decidida. La ofensiva final contra los ingleses, que habían perdido a su mejor caudillo militar, el duque de Bedford, sólo se detuvo para aplacar la revuelta nobiliaria francesa conocida como la praguerie (1440). Un año después los ejércitos franceses, más numerosos y mejor equipados, expulsaron a los ingleses de Champagne. En una nueva campaña, las tropas de Carlos VII derrotaron a los ingleses en Formigny (1450) y conquistaron Normandía y Maine.
Francia durante la primera mitad del s. XV
A los ingleses sólo les quedaba la plaza de Calais y algunas comarcas de Guyena, alrededor de la ciudad de Burdeos. Cuando los franceses tomaron la fortaleza de Castillon, Inglaterra envió un contingente al mando de John Talbot, conde de Shrewsbury. Fueron sin embargo derrotados en 1453 y el propio Talbot murió en el campo de batalla. De todas las tierras francesas que Enrique V había llegado a dominar treinta años antes, los ingleses sólo conservaban la plaza fuerte de Calais, que aún permanecería en sus manos durante más de doscientos años.
Las consecuencias del conflicto
Francia salió fortalecida de la guerra. Era el estado más rico y poblado de Europa, y su monarquía había reafirmado su poder sobre los grandes feudos, ligados de manera directa a la Corona.
La suerte de Inglaterra fue totalmente distinta. La derrota trajo consigo una revuelta de la nobleza que desencadenó una guerra civil: la guerra de las Dos Rosas, que duraría casi 30 años.

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