Tuesday, February 27, 2018

Los mayas


La arqueología, fuente principal de conocimiento de la cultura maya
Tras la conquista española las ciudades mayas permanecieron en el olvido, ocultas por la vegetación. El interés de la Ilustración por la antigüedad estimuló, desde finales del s. XVIII, la atracción de viajeros y estudiosos locales y extranjeros por el mundo maya. Una expedición arqueológica estadounidense recorrió toda la zona maya entre 1839 y 1840, y describió y dibujó las ruinas halladas. En las décadas siguientes fue creciendo el interés en Occidente y los viajes se multiplicaron, atrayendo la atención de numerosos exploradores. Sin embargo, las excavaciones arqueológicas sistemáticas y científicas no comenzaron hasta principios del s. XX. Fue entonces cuando se rescataron y reconstruyeron los conjuntos arquitectónicos de Tikal, Palenque o Chichén Itzá, entre otros, que el tiempo había reducido a montañas de piedra. A partir de la segunda mitad del s. XX los gobiernos locales patrocinaron las excavaciones como una forma de reforzar su identidad nacional y, de paso, explotar el patrimonio cultural para el turismo.
La pirámide de Kukulkán en Chichén Itzá
Debido a que su literatura apenas se ha conservado y a que sus petroglifos eran indescifrables hasta hace muy poco, la arqueología se constituye como la principal fuente para el estudio de los mayas, aunque algunos fenómenos históricos, como el abandono de las ciudades del período clásico, siguen siendo una incógnita. Al estudio de los restos materiales hay que añadir las crónicas escritas por los colonizadores españoles en el s. XVI, cuando aún estaba viva la cultura maya antigua y se disponía de algunos libros escritos por mayas asimilados en ese mismo siglo. Desde la década de 1980, sin embargo, se ha avanzado mucho en el desciframiento de la escritura maya, que constituye una fuente directa de primer orden, lo cual incrementa el conocimiento de esta civilización.
El territorio maya: tierras altas y bajas
La civilización maya se desarrolló en un territorio de aproximadamente 400.000 km2 que comprendía la península de Yucatán, la mayor parte de los actuales estados de Tabasco y Chiapas y el istmo de Tehuantepec en México, toda Guatemala, Belice, y la parte occidental de El Salvador y Honduras, todo ello dentro del área cultural conocida como Mesoamérica. Allí se asentaron durante el paleolítico poblaciones que hablaban una originaria lengua protomaya. Con el tiempo se diversificaron en más de 20 etnias y lenguas diferentes, pero mantuvieron una evolución cultural e histórica bastante homogénea.
Distribución geográfica de la civilización maya
Aunando los factores geográficos, climáticos, culturales e históricos, el territorio maya puede dividirse en tres zonas:
·         La zona sur: Incluye las tierras altas de Chiapas y Guatemala, y una parte de El Salvador, altiplanos de entre 2.000 y 3.000 m de altitud, de clima templado, más una franja adyacente de litoral del Pacífico con características tropicales. En esta área nació la civilización maya totalmente urbana.
·         La zona central: Tiene como centro la baja meseta del Petén en Guatemala, atravesada por el río Usumacinta. Al norte comprende Belice y la mitad meridional de Yucatán, regiones de selva tropical. Aquí floreció la civilización maya clásica.
·         La zona norte: Abarca la parte norte de la península de Yucatán. En ella desaparecen los ríos, pero su ausencia es compensada por los llamados cenotes, acuíferos naturales junto a los cuales se asentaron las poblaciones. En esta región, periférica hasta el s. X, se desarrolló la civilización maya del posclásico, donde se ubicaban sus principales centros urbanos en el momento de la conquista española.
La evolución histórica de la civilización maya
El pueblo maya es, junto con el azteca, el máximo representante de las altas culturas en la zona mesoamericana. Los conocimientos científicos y las realizaciones artísticas alcanzaron allí una de sus cimas más elevadas y cristalizaron en una civilización avanzada. Como en casi todas las culturas de Mesoamérica, se distinguen en ella los tres períodos de preclásico, clásico y posclásico.
• El período preclásico (2000 a.C. a 300 d.C.): los orígenes de la civilización urbana
Los mayas de inicios del preclásico vivían en pequeñas aldeas y practicaban la agricultura de roza. Estos asentamientos estaban organizados en clanes y gobernados por jefes que aún se encontraban lejos de constituir una clase cerrada e institucionalizada.
La influencia de los focos de civilización ya establecidos en el norte de Mesoamérica, como Teotihuacán y Monte Albán, o el centro ceremonial olmeca de Tres Zapotes en Veracruz, fue muy acusada y los asentamientos mayas evolucionaron hacia el estadio urbano en sociedades estratificadas. Fue en las tierras altas, más propicias al desarrollo de una agricultura de altos rendimientos, donde nació la civilización maya. Los centros de la cultura de Izapan, entre la costa y el altiplano de Guatemala, fueron adoptando gradualmente una agricultura intensiva con técnicas como la rotación de cultivos, el uso de fertilizantes y terrazas. Eso permitió un aumento sustancial del excedente y posibilitó la aparición de grupos urbanos (artesanos, sacerdotes, nobles) que acabó llevando esa sociedad a la estratificación social y a la centralización de la autoridad.
En la cultura de Izapan están presentes ya muchas de las características de la civilización maya: construyeron templos piramidales de tierra y grava prensada con altares o templetes de paja en la cumbre, que, progresivamente, se fueron convirtiendo en estructuras de piedra; adoptaron el calendario, surgido en Monte Albán hacia 500 a.C.; inventaron la escritura jeroglífica y comenzaron a levantar estelas fechadas. También adoptaron la organización territorial que habría de prevalecer a lo largo de toda la historia maya: la ciudad-estado. Kaminaljuyú, en las afueras de la actual ciudad de Guatemala, fue la ciudad más poderosa: controlaba las rutas comerciales entre las tierras altas y las bajas y el comercio de productos como la obsidiana, usada para la confección de armas y herramientas. El comercio fue así una de las vías de transmisión de la civilización maya desde Kaminaljuyú a las tierras del Petén-Yucatán.
• El período clásico (300-900 d.C.): el apogeo de la civilización maya en las tierras bajas
En este período la cultura maya alcanzó su máximo desarrollo. El foco de la civilización se desplazó de las tierras altas a las bajas, menos adecuadas para el sostenimiento de grandes poblaciones urbanas. La explicación parece encontrarse en la conquista, hacia 400 d.C., de Kaminaljuyú por la potencia de la época, Teotihuacán, que usó esta ciudad como base de operaciones para penetrar en las tierras bajas mayas. La caída de Teotihuacán, hacia 600 d.C., provocó un retroceso cultural. Sin embargo, mientras las ciudades de las tierras bajas recuperaron pronto su esplendor, las del altiplano ya no se recuperaron.
Templo I o del Gran Jaguar construido antes del año 800, durante el período maya clásico, que se levanta a 52 m de altura en la denominada plaza Mayor de Tikal (Guatemala).
La civilización clásica y posclásica maya de las tierras bajas fue la única plenamente literaria de América. Las ciudades más poderosas eran Tikal y Uaxactún en el Petén, y Palenque, Bonampak y Yaxchilán en el valle del Usumacinta. Eran más pequeñas que las del centro de México, de un urbanismo diferente, y adaptadas a un entorno selvático. Los mayas consiguieron incrementar la rentabilidad del suelo levantando terrazas en las zonas montañosas y construyendo canales de riego, pero el ecosistema no podía explotarse en la forma que se hacía en otras partes de Mesoamérica. Los suelos del bosque tropical son pobres y se agotan fácilmente; por ello se deben rotar periódicamente y es necesaria una gran superficie para alimentar a una cantidad significativa de población.
La estructura propiamente urbana de la ciudad maya estaba reservada al centro ceremonial en el que se concentraban los templos y las residencias de la clase dirigente (Tikal, la ciudad más grande de la época, ocupaba unos 9 km2 y albergaba una población de unos 12.000 habitantes). Mientras, el pueblo llano ocupaba un asentamiento disperso junto a sus cultivos (en Tikal se calcula que esta área periurbana tenía una extensión de 300 km2 y unos 80.000 habitantes).
La guerra entre las ciudades mayas clásicas se desarrolló a una escala bastante limitada. El patrón bélico común era el de cortas incursiones con pequeños grupos de guerreros, todos ellos miembros de la nobleza. La guerra era una actividad aristocrática y sus propósitos eran, sobre todo, simbólicos. A través de ella los reyes y nobles obtenían tributos y prestigio. En ocasiones la guerra implicaba la destrucción de algunas partes de la ciudad, en especial templos, la fuente simbólica de poder del enemigo, pero tenía poco impacto sobre la economía o la población de la ciudad.
• El colapso de la civilización maya clásica
Entre 790 y 889 la civilización clásica desapareció. La arqueología constata un cese en la construcción de templos y palacios. Casi todas las ciudades fueron abandonadas, especialmente las del sur y centro de las tierras bajas, y los niveles de población descendieron. Al parecer se trataría de un proceso gradual más que de un suceso repentino.
Glifos mayas
Un buen número de factores influyeron sobre este proceso, y las causas concretas parecen diferentes para cada región. Se han aducido, entre otras, éstas: los desastres naturales, las epidemias, el agotamiento de los suelos u otros problemas agrícolas, las revueltas campesinas, las guerras e invasiones extranjeras. Sean cuales sean las causas, el resultado fue el debilitamiento general de las ciudades mayas hasta el punto de que no fueron ya capaces de sustentar grandes poblaciones.
• El período posclásico (900-1521 d.C.): la influencia tolteca sobre la civilización maya
El colapso de las ciudades del sur y del centro de las tierras bajas no supuso el fin de la civilización maya. Ésta continuó e incluso floreció al norte de Yucatán y, en menor medida, en el altiplano de Guatemala. En Yucatán destacaron a principios del s. X las ciudades de Uxmal, Sayil y Labná, caracterizadas por un estilo arquitectónico conocido como Puuc. Este período es el mejor documentado, gracias a las crónicas históricas que escribieron españoles y mayas asimilados en el s. XVI.
El posclásico en Yucatán estuvo marcado por la entrada de pueblos procedentes del oeste. Hacia principios del s. X dos grupos distintos ocuparon la península. El principal fue el de los mayas putunes que procedían del sur de Campeche y del delta del Usumacinta. Por su ubicación en esta región cercana al centro de México, habían desarrollado una cultura mixta maya-tolteca. Los putunes se habían convertido en un pueblo marinero y habían establecido rutas comerciales que llegaban hasta Panamá. La necesidad de controlar estas rutas ocasionó la invasión de la península. Uno de sus clanes, los itzaes, se establecieron por algún tiempo en la isla de Cozumel para pasar pocos años después a tierra firme y avanzar hasta Chichén Itzá, convirtiéndola su capital probablemente en 918.
Al mismo tiempo, penetró en Yucatán un pueblo nahua, los xiu, que ocuparon la ciudad de Uxmal, en el sur de este territorio.
El Templo de los Guerreros (Chichén Itzá)
Hacia 987, de acuerdo con las fuentes documentales mayas en las que los sucesos históricos se mezclan con la leyenda, el caudillo tolteca Quetzalcóatl-Kukulkán ocupó Chichén ltzá.
Quetzalcóatl, que aparece en los relatos aztecas como un semidiós, es conocido en las crónicas mayas como un personaje histórico. Su nombre se confunde con la divinidad tolteca homónima, cuyo culto habían traído los itzaes a Yucatán, pero las fuentes mayas lo consideran un rey de Tula, la capital tolteca situada en el altiplano de México, rey que habría huido de sus enemigos con un grupo de sacerdotes, guerreros y servidores, y que tras una estancia en la región original de los putunes habría acabado instalándose en Chichén Itzá.
Los nuevos invasores formaron hacia 1000 la llamada liga de Mayapán, integrada por las ciudades de Uxmal (xiu), Chichén ltzá y Mayapán (toltecas/itzaes). Esta liga aseguró un período de relativa paz por espacio de 200 años, lo que permitió de nuevo el auge de la civilización urbana.
Las discordias políticas, las rivalidades comerciales y las revueltas campesinas llevaron a la disolución de la liga, a la caída de Uxmal y a la conquista hacia 1221 de Chichén por los xcocom, de linaje itzá, señores de Mayapán.
Desde entonces esta ciudad fue el centro hegemónico de la península. La autoridad de los xcocom fue absoluta, y su política para evitar insurrecciones fue la de llevar a Mayapán a los otros jefes mayas y retenerlos como rehenes. Se les construyeron casas dentro del recinto amurallado para que vivieran con un reducido séquito; desde allí atendían los asuntos de sus gobernados y recibían el tributo de éstos, que era transferido a los señores de Mayapán. Gran parte de los intereses comerciales de los xcocom estaban ligados a la costa oriental. Como consecuencia de este comercio florecieron en ese territorio importantes centros como Tulúm, Xelhá y Muyil.
Mayapán
En 1441 los xiu de Uxmal, reuniendo el apoyo de la mayor parte de los pueblos de la región y cansados del poder xcocom, atacaron Mayapán y la redujeron a escombros. El lugar quedó abandonado para siempre, los señores mayas fueron liberados y el poder político y comercial, que durante más de 200 años estaba centralizado en Mayapán, se fragmentó en 17 cacicazgos independientes y rivales, en un estado de guerra casi permanente.
Por influencia de la cultura nahua, la civilización urbana maya experimentó importantes cambios. El posclásico vio el auge de los señores guerreros y la separación entre el poder político y el sacerdotal. En religión, el culto a la Serpiente Emplumada (Quetzalcóatl en náhuatl, Kukulkán en maya), de origen tolteca, prevaleció sobre el resto. Los sacrificios humanos ganaron progresivamente en importancia. El arte, la arquitectura y la escultura se vieron influidos por motivos y modelos originarios del centro de México. El dominio putún supuso un incremento espectacular del comercio, especialmente del marítimo.
En las tierras altas de Guatemala, por su parte, surgieron algunos pequeños estados, cuyo desarrollo urbano fue mucho menor que el de los yucatecos. A la llegada de los españoles, los más importantes eran los estados de los kekchíes y de los cakchikeles, en torno al lago Atitlán.
• La conquista española y la resistencia secular de los mayas (1521-1901)
Los primeros españoles en contactar con los mayas fueron unos marineros que naufragaron en Yucatán en 1511. Hernán Cortés encontró aún a uno de los supervivientes cuando desembarcó en la región para iniciar su campaña de conquista de México. Antes, en 1517, Francisco Fernández de Córdoba había intentado, sin éxito, una expedición a Yucatán. En 1521 Pedro de Alvarado, con una tropa de aliados tlaxcaltecas, conquistó los reinos mayas del altiplano de Guatemala, que cayeron fácilmente. No así las ciudades yucatecas, que resistieron durante 20 años, entre 1526 y 1546, sucesivas campañas de conquista.
Fachada del edificio oeste del conjunto llamado la casa de las Monjas (s. X) de Uxmal (Yucatán, México), con la decoración característica del estilo Puuc.
Aun después de la conquista, los mayas siguieron resistiéndose al dominio español. Los rebeldes se refugiaron en las selvas del Petén y su última fortaleza fue Tayasal, a orillas del lago Petén Itzá, conquistada en 1697. El espíritu de resistencia maya no se quebró nunca del todo y hubo revueltas en Yucatán y Chiapas durante todo el período colonial. En la colonia se desarrolló una sociedad segregada: españoles e indios vivían en poblaciones separadas, los indios mantenían una relativa autonomía dentro de sus comunidades pues fueron enganchados a la institución de la encomienda, especie de donación feudal que la Corona otorgó a los conquistadores como premio. Algunos pueblos, como los lacandones, huyeron al interior de la selva para escapar al dominio español. El área maya sufrió una gran despoblación y la demografía sólo empezó a recuperarse en el s. XIX.
La independencia no supuso ninguna mejoría. Vio llegar el fin de la encomienda, pero sólo para que los mayas fueran desposeídos totalmente de sus tierras y de su relativa autonomía y para que fueran explotados como peones semiesclavos en las nuevas haciendas que producían café y henequén para la exportación. Fue precisamente esta explotación lo que provocó la guerra de Castas de 1847, en la que los mayas, dirigidos por líderes mesiánicos de inspiración cristiano-sincrética, llegaron a controlar la mayor parte de Yucatán y mataron a miles de blancos. Incapaces de mantener su conquista, los mayas se refugiaron en la selva, donde mantuvieron una especie de estado teocrático independiente que duró hasta 1901, cuando las tropas mexicanas tomaron por la fuerza su capital, Chan Santa Cruz.
El sistema político y social: una sociedad fuertemente estratificada
Los mayas del preclásico eran una sociedad tribal basada en el clan, pero desde finales del período la civilización se organizó a partir de la unidad política de la ciudad-estado. Nunca hubo un Imperio maya unificado sino diferentes ciudades-estado que controlaban un territorio rural adyacente y que podían temporalmente someter a tributo y vasallaje a otras, lo que podría explicar las dificultades encontradas por los españoles para dominar la zona. A la cabeza del estado se encontraba el monarca, de estatus semidivino, que en el período clásico llevaba el título de k'ul ahau, y aunaba las funciones política y religiosa, siendo una especie de rey-sacerdote. Durante el posclásico el rey perdió sus funciones sacerdotales y apareció un clero institucionalizado ya apartado de las funciones políticas. Aparte de este cambio, pocas diferencias parecen encontrarse en la estructura sociopolítica de los dos períodos.
Detalle de un dintel (ca. 726) procedente de Yaxchilán (Chiapas, México), que representa a un soberano recibiendo una cabeza de jaguar (Museo Nacional de Antropología, México D.F). En los dinteles esculpidos de Yaxchilán se encuentra la narración de la historia dinástica de la ciudad.
Entre los mayas yucatecos del posclásico la cima de la sociedad la ocupaban los almehenoob (los que tienen padre y madre), la nobleza de sangre. La riqueza adquirida en el comercio y el tributo extraído a los plebeyos les permitían vivir una vida suntuaria que indicaba su estatus superior. Aunque, en general, toda la tierra era comunal, los frutales, las plantaciones de cacao y las salinas eran propiedad del grupo dirigente, lo que acrecentaba sus privilegios y riqueza. Los nobles llevaban una vida totalmente separada del pueblo llano, regida por los valores aristocráticos del valor y de la guerra.
Por encima de todos ellos estaba el halach uinic (hombre verdadero), el cargo real hereditario por primogenitura dentro de una sola familia. Tenía bajo su mando a los bataboob, jefes locales de las poblaciones que conformaban el territorio controlado por la ciudad. Se ayudaba de una especie de consejo constituido por los bataboob, sacerdotes y consejeros, todos miembros de la nobleza. En la guerra cada batab comandaba a sus soldados, pero existía un mando supremo, el nacom, que respondía directamente ante el halach uinic.
Después de los bataboob se hallaban los ah cuch caboob, quienes administraban los barrios en que se dividía la ciudad. Existían también los funcionarios encargados de las cuestiones sociales y ceremoniales, los ah holpop. Finalmente, la categoría más baja de funcionarios era la de los tupiles, que hacían las veces de alguaciles o policías, manteniendo el orden y vigilando el cumplimiento de la ley.
La casta sacerdotal, ah kinoob, era numerosa y altamente especializada; incluía también a científicos e intelectuales: astrónomos, matemáticos, arquitectos, curanderos, historiadores, adivinos, guardianes de la tradición, conductores de los sacrificios. Sus privilegios emanaban de su alto prestigio y poder simbólico y de los tributos y las ofrendas que exigían al pueblo. Los cargos también eran hereditarios y privativos de unas cuantas familias de la nobleza. El supremo sacerdote recibía el nombre de ahau can (señor serpiente); por debajo de él estaban los chilames o adivinos, quienes interpretaban los designios de los dioses a través de oráculos. El encargado de llevar a cabo los sacrificios rituales era el nacom, diferente del jefe militar homónimo. Le ayudaban cuatro asistentes, los chacoob, quienes tenían otras funciones, como la de encender el fuego nuevo en el mes de pop o la de ayunar y untar de sangre a los dioses que se habían esculpido en el mes de mol.
Los mercaderes profesionales, denominados ppolom, ocupaban un puesto alto en la escala social por su riqueza y por la importancia que tenía el comercio, y algunos puede que fuesen incluso ennoblecidos. Los mercaderes fueron aliados poderosos de los jefes militares, ya que les informaban sobre las rutas y las posibilidades económicas y defensivas de otros pueblos.
Debajo de este complejo estrato de las clases superiores, estaba la gente común, los yalba uinicoob (hombres pequeños). Era la más numerosa y comprendía a campesinos, pescadores, albañiles, artesanos, etc. Con su trabajo y tributos en especie sostenían a los grupos privilegiados.
En el último peldaño de la escala social se hallaban los esclavos, ppentacoob, que realizaban trabajos domésticos para sus señores. Eran, en su mayor parte, prisioneros de guerra o criminales. También se podía nacer esclavo, o convertirse en tal al ser vendido en el comercio por deudas.
La cosmovisión y la religión
La importancia de la religión fue muy grande, pues estaba fuertemente ligada al control político y a la concepción de la vida que sustentaba la cultura maya.
La religión maya era politeísta, naturalista y dualista. Divinizó a los elementos naturales (agua, fuego, aire y tierra), los fenómenos atmosféricos, los cuerpos celestes, y partía del principio de que el bien y el mal son igualmente divinos. Los dioses del bien estaban en constante lucha con los dioses del mal, pero eran tan inseparables unos de otros como el día y la noche. Los destinos de la humanidad se veían afectados siempre por esta lucha. Los dioses benévolos producían efectos positivos, como el trueno, el rayo, la lluvia, el maíz y la abundancia. A los dioses malévolos se les atribuían el hambre y la miseria, los huracanes, las sequías y la guerra. Un excelente ejemplo de esto se halla en una representación plasmada en el códice Tro-Cortesiano, donde Chaac, dios de la lluvia, planta un árbol, mientras que a su lado Ah Puch, dios de la muerte, lo arranca y rompe en dos.
Incensario de terracota policroma (ca. 800) donde los mayas quemaban copal en honor de sus dioses (Museo de Tikal, Guatemala).
El dios principal maya era Hunab Ku (un solo dios), creador del mundo y de la humanidad a partir del maíz. Era el padre y señor de todos los dioses y se encontraba presente en todo.
Itzamná se consideraba una manifestación suya. Era el señor de los cielos, de la noche y del día. Se le atribuye la invención de la escritura y del calendario. Había otras divinidades importantes. Kukulkán era el dios del viento, llamado serpiente emplumada, traído del altiplano central por itzáes y toltecas. Chaac, dios de la lluvia, de la fertilidad y de la agricultura, era el dios de mayor ascendiente popular. Tenía cuatro advocaciones, una por cada punto cardinal. Yum Kax era el dios del maíz y señor de los bosques. Ix-Chel era la diosa de las inundaciones, de la gestación, del tejido y de la Luna. Xaman Ek representaba la estrella polar; Ek Chuah, el cacao y el comercio; Ixtab, el suicidio (se creía que los suicidas iban a un cielo especial), y Kaak u Pacat, la guerra.
Los mayas, como el resto de los pueblos mesoamericanos, tenían una visión cíclica del tiempo y del universo. La historia estaba constituida por ciclos sucesivos de creación y destrucción de universos y criaturas. Estaban convencidos de que la era en que vivían habría de llegar algún día a su fin. Creían en un cosmos compuesto por 13 cielos y 9 infiernos semejantes a escalones de una pirámide; es decir, 6 por cada lado y una cumbre en el cielo, y 4 escalones por lado y un fondo en el infierno, y en el centro, la tierra. Sobre cada cielo presidían 13 dioses, llamados los Oxlahuntikú. Bajo la tierra presidían los Bolontikú. El último de estos cielos era el Mitnal, el infierno maya, reino de Ah Puch, dios-calavera, señor de la muerte, donde iban los hombres corrientes al dejar este mundo (todos salvo los héroes muertos en combate y algunos muertos en condiciones particulares). Creían que antes que el suyo habían existido otros mundos destruidos todos por el diluvio. El mundo actual era sostenido por cuatro hermanos guardianes, los bacabes, localizados en los cuatro puntos cardinales. En el centro del mundo maya se encontraba el Yaxché, o Ceiba Sagrada, cuyas ramas se elevaban a los cielos formando la Vía Láctea y cuyas raíces penetraban en el inframundo.
 Restos de altar de sacrificio y estela (hacia 600-900) en el recinto arqueológico de Copán (Honduras)
Las fiestas religiosas se celebraban en las fechas establecidas por el Tzolkín o calendario ritual. Los sacerdotes organizaban la ornamentación de los templos y las ceremonias, que eran colectivas y tenían lugar en las plazas. Tanto sacerdotes como pueblo practicaban el ayuno y la abstinencia sexual como purificación, así como una serie de sacrificios que iban desde sencillas ofrendas de alimentos, incienso o tabaco, hasta sangrías y sacrificios humanos.
Las oraciones formaban un elemento esencial del ritual, y la ayuda de los dioses se buscaba en toda suerte de actividades. La danza era una parte importante del ritual. Tanto hombres como mujeres tenían sus bailes particulares y rara vez bailaban juntos. El baile de Holcan Okot, por ejemplo, era realizado por 800 guerreros que se movían con precisión absoluta mientras invocaban la ayuda y protección de Kaak u Pacat. Las fiestas iban acompañadas también de juegos de pelota, dramatizaciones y procesiones.
Los sacrificios humanos tenían lugar en lo alto de las pirámides de piedra o en los cenotes sagrados, a los que eran arrojadas las víctimas con grandes ofrendas. Los sacrificados eran generalmente niños, esclavos o prisioneros de guerra.
La escritura maya, única en la América precolombina
Los mayas fueron la única civilización precolombina en desarrollar un verdadero sistema de escritura, es decir, un código de signos sustitutivo del lenguaje que permitiera poner por escrito cualquier tipo de mensaje, desde los conceptos o las ideas hasta los discursos más complejos. La escritura maya era una mezcla de signos ideográficos y fonéticos, con una lógica similar a la de los antiguos egipcios. El sistema contenía un silabario completo de unos 50 signos.
Distintas formas de escribir "jaguar" (balam)
En teoría, los mayas pudieron escribirlo todo fonéticamente, pero los jeroglíficos nunca desaparecieron porque, surgidos en una fase anterior de la escritura, tenían un gran prestigio y resonancias religiosas. Así, por ejemplo, el nombre del rey Pakal de Palenque (literalmente, escudo de mano, en maya) podía escribirse de tres formas: ideográficamente, de forma mixta y fonéticamente. Los símbolos mayas, en forma de bloques, se leen a dos columnas, de izquierda a derecha y de arriba abajo, salvo los números que se leen de abajo arriba. La mayoría de los textos conservados son inscripciones labradas sobre piedra o cerámica y extremadamente parcas, fundamentalmente dataciones de un evento importante que se quería recordar, como la toma de un cautivo o un sacrificio. Los mayas, sin embargo, registraban sus conocimientos en códices de papel, de los que, desgraciadamente, sólo tres han llegado hasta la época actual.
Las ciencias: calendario, astronomía, matemáticas, medicina
Así como las artes eran del dominio público y los artesanos procedían del pueblo, las ciencias se encontraban en manos de los sacerdotes, únicos que poseían los conocimientos necesarios para predecir un eclipse de Sol, descifrar las complicadas cuentas calendáricas o escribir un texto de medicina.
• Las matemáticas: la invención del cero
Los mayas conocieron el concepto del cero siglos antes que los europeos, y utilizaron un sistema numérico vigesimal, tomando el número 20 como base.
Numeración maya
Los números se escribían de abajo arriba. El punto representaba el 1 y la raya el 5. Así podían escribir hasta el 19. Para hacer números mayores combinaban esos signos colocando primero unidades y luego veintenas. Así, 25 se escribiría con una raya (5 unidades) y un punto (signo de 1 = una veintena). Si se quisiera escribir 45 se colocaría una raya y dos puntos, y 35 se haría 15 + 20, tres rayas y un punto. Aún se desconoce la forma en que los mayas realizaban gráficamente las operaciones de cálculo.
• El calendario: la innovación de la cuenta larga
Los mayas utilizaron un sistema calendárico que fue común a todos los pueblos mesoamericanos, pero realizaron una importante innovación, la llamada cuenta larga.
Los mayas medían el tiempo con un complejo sistema de cuatro calendarios diferentes, cada uno con un propósito distinto. El primero de ellos era el Tzolkin, nombre compuesto de Tzol (espiral/culebra) y Kin (de los días/del Sol), calendario ritual formado por 20 meses de 13 días, o sea 260 días, que servía para adivinar el futuro de las personas, identificar los días fastos y nefastos, y determinar las fiestas de los dioses.
El segundo era el calendario agrícola o Haab, que medía el tiempo solar, o sea 365 días y un cuarto, marcando así las estaciones y las épocas propicias para la siembra y la cosecha. El ciclo constaba de 18 meses o uinales de 20 días (360 días), más cinco días extras considerados de descanso, uayeb. Cada cuatro años agregaban un día para corregir las seis horas de atraso acumuladas.
El tercer calendario era la combinación de los dos primeros, y se regía por un ciclo de 52 años, conocido como rueda calendárica (haaboob) por su similitud con un mecanismo de engranajes. Se pueden imaginar los dos calendarios anteriores como ruedas dentadas que encajan la una en la otra, los días del calendario ritual en una rueda, los del solar en la otra. Cada día, ambas ruedas rotaban una posición y así se producía una nueva combinación. El día del calendario haaboob estaba formado por una combinación de los otros dos días. Las combinaciones entre días de cada rueda sólo se repetían cada 52 años, cuando el ciclo comenzaba otra vez, dando inicio a un nuevo siglo. El problema de este calendario era que no había una diferencia clara entre las fechas de un siglo y otro. Para corregir esta deficiencia, los mayas introdujeron la mencionada innovación al sistema calendárico mesoamericano, añadiendo un cuarto calendario llamado cuenta larga, que les permitía hacer cálculos del paso del tiempo de hasta 90 millones de años. La cuenta larga combinaba las siguientes unidades vigesimales para medir el tiempo: el baktun (400 años o 144.000 días), el katun (20 años o 7.200 días), el tun (360 días), el winal (20 días) y el kin (1 día). El tiempo se contaba hacia adelante, a partir de una fecha convencional fijada en el equivalente al 13 de agosto del 3114 a.C., día en el que pensaban se había creado el actual universo. Así, por ejemplo, una fecha sería expresada por la serie 12.19.2.13.19 (12 baktun, 19 katun, 2 tun, 13 winal y 19 kin), es decir, 1.865.799 días después de la datación inicial, lo que correspondería al 1 de enero de 1996.
• La astronomía: cálculos increíblemente precisos
Como otros pueblos agrícolas, los mayas desarrollaron en extremo la observación de los cuerpos celestes para predecir los fenómenos naturales. Se sabe de la existencia de observatorios. Aunque no tenían decimales ni fracciones, hicieron mediciones astronómicas muy precisas utilizando como herramienta su complejo calendario. Establecieron el año solar en 365,2420 días y el ciclo lunar en 29,53086 días. Las técnicas más modernas han permitido calcular el año solar en 365,2422 días, y el ciclo lunar en 29,54059 días, lo cual indica que los mayas calcularon el año solar con más exactitud que las culturas europeas y el ciclo lunar con más precisión que cualquier otra cultura del mundo. El códice Dresde muestra una tabla de eclipses y cálculos relativos a Júpiter y a Venus, cuyo ciclo fijaron en 583,935 días (actualmente está estimado en 583,920 días). Venus jugaba un papel importante en la cultura maya y de otros pueblos mesoamericanos. Los mayas proyectaron algunas de sus guerras basándose en las posiciones de este planeta.
Observatorio astronómico de Chichén Itzá
Los mayas rastrearon el camino del Sol a lo largo de la eclíptica para calcular los solsticios y los equinoccios. La eclíptica la representaron simbólicamente como una serpiente de dos cabezas. Muchos de sus edificios estaban construidos siguiendo precisas orientaciones astronómicas que encerraban un rico simbolismo religioso. Así, en Chichén Itzá durante el amanecer del primer día de primavera, los rayos solares ascienden por el lado este de la escalera de la pirámide llamada El Castillo.
La Vía Láctea fue muy venerada. La llamaron el Árbol del Mundo y la representaron como un árbol de ceiba. Los reyes celebraban rituales de armonía con las estrellas y la Vía Láctea. Al final del período de 20 años del katun, los gobernantes erigían una estela para conmemorar el evento, en la que se hacían representar con símbolos que los asociaban con el Árbol del Mundo. En sus manos sostenían un bastón ceremonial que representa a la serpiente de dos cabezas, la eclíptica, y de esa manera el rey se unía al cielo, a los dioses y a la vida. Además, se ha hallado que el fin del katun coincide con posiciones planetarias fijas.
• La medicina: entre la ciencia empírica y el chamanismo
Los mayas poseían un buen conocimiento de diversas enfermedades y prácticas médicas, incluyendo más de 400 remedios a base de plantas y animales. Los médicos mayas se clasificaban en yerberos (Ah-men), vendadores de huesos (Kax-bac) y parteras (x-alanzah), y todos ellos combinaban la curación empírica, relacionando síntomas de la enfermedad con efectos de las plantas medicinales en el cuerpo humano, con prácticas chamánicas destinadas a invocar la ayuda de los espíritus en la curación.
El arte: maestros del labrado de la piedra
Las bases materiales de la sociedad maya sustentaron una rica vida cultural y artística. Dentro de las artes los mayas sobresalieron en arquitectura y escultura, utilizando la piedra caliza, abundante en la península de Yucatán. Las realizaciones más importantes tuvieron lugar en las tierras bajas. Las tierras altas, por el contrario, presentan una pobreza artística significativa en comparación con las primeras.
La pirámide del adivino (Uxmal)
Los detalles arquitectónicos variaron según las épocas y las localidades, pero hay elementos comunes a toda la arquitectura maya. En el aspecto técnico cabe destacar el aprovechamiento de los desniveles naturales de los terrenos, incorporando la edificación al entorno, la utilización del sistema de columna y dintel, así como de la llamada bóveda maya, o de arco falso, que condiciona la extensión de los espacios interiores limitándolos a cuartos pequeños de muros gruesos. Desde el punto de vista estilístico fue una arquitectura muy recargada, que integraba en la construcción esculturas, pinturas murales y bajorrelieves de estuco policromados. Toda construcción estaba, además, minuciosamente fechada. Realizaron todo tipo de construcciones: palacios rectangulares y alargados, templos-pirámide de grandes dimensiones, juegos de pelota, calzadas (sacbeob) que unían las ciudades principales, fortificaciones, baños de vapor (temazcal), acueductos, cisternas, drenajes, obras hidráulicas, etc. Entre los diferentes estilos destacan: el del Petén clásico, con sus impresionantes pirámides y estelas en centros como Copán, Quiriguá, Piedras Negras, Palenque, Tikal, Bonampak y Yaxchilán; el estilo Puuc, a inicios del posclásico, de las ciudades de Uxmal, Cobá, Sayil y Labná en el centro de Yucatán, caracterizado por su recargamiento; y el estilo de influencia tolteca de Chichén Itzá de los ss. X a XIII, que introdujo elementos nuevos como las columnas serpentinas con la cabeza hacia abajo (basamento) y los crótalos hacia arriba (capitel), y motivos escultóricos importados del altiplano mexicano.
Se han conservado extraordinarias piezas esculpidas, como los dinteles de Tikal y Yaxchilán. En la alfarería se distinguieron por la difusión y gran variedad de estilos, destacando los tipos policromos en la época clásica y las vasijas monocromas en el posclásico por influencia tolteca. Pero, sin duda, sus principales creaciones las realizaron en piedra.
En el clásico destacan las estelas, que solían erigirse para conmemorar el final del Katún, el período ritual y astronómico de 20 años, y en las que representaban personajes importantes y registraban información en jeroglíficos sobre los reyes, sus familias y los eventos políticos, como las conquistas de otras ciudades-estado.
Las estelas mayas, grandes bloques monolíticos ricamente tallados y fechados, conjugan calidad artística y valor documental. Detalle de la estela H (731) de Copán (Honduras).
Alcanzaron gran destreza en la orfebrería, realizando hermosas piezas de oro, cobre, turquesa o jade, y también en música y danza, estrechamente ligadas al ceremonial religioso. Los frescos del templo de Bonampak en Chiapas son una fuente documental importantísima en la que pueden observarse músicos con caracoles, flautas, sonajas, trompetas y carapachos de tortuga, y a bailarines cuyas máscaras e indumentaria les dan una apariencia mitológica. De igual o mayor importancia son las pinturas que se descubrieron a principios de s. XXI en San Bartolo, en el Petén, Guatemala. Se trata de un mural de 9 m de largo, datado cien años antes de nuestra era, que narra la creación del mundo y el nacimiento, la muerte y la resurrección del dios del maíz.
La caída de Chichén Itzá en 1221 y la subsiguiente militarización de la vida cotidiana provocaron un empobrecimiento del arte. La continua llamada a las armas desvió las energías y los talentos del pueblo de la artesanía a la guerra.
El comercio: una red que integraba toda Mesoamérica
En el período preurbano el comercio era básicamente regional; se intercambiaban por medio del trueque los productos agrícolas y las materias primas que obtenían directamente de sus comunidades.
Con la aparición de los centros urbanos surgió también una clase de comerciantes, que adquirieron creciente importancia por la riqueza que acumularon y por su apoyo a la nobleza Ésta comenzó a depender fuertemente del comercio para la reproducción simbólica de su poder, pues éste estaba basado, en gran parte, en el intercambio de mercancías de lujo y artículos suntuarios para la nobleza, más que en productos agrícolas de primera necesidad. Este intercambio contribuyó a la difusión de elementos culturales por Mesoamérica. Los mesoamericanos utilizaron diversos productos como unidades de cambio o monedas. Entre los mayas la moneda principal era la semilla del cacao, aunque a veces se utilizaban las hachuelas de cobre, las conchas rojas, las hachas de piedra, las plumas y las cuentas de piedra.
En el clásico temprano el poder de Teotihuacán originó una red comercial que acabaría integrando a toda Mesoamérica. Durante este período el comercio era sobre todo terrestre. Los principales productos de los mayas de las tierras altas eran la obsidiana para armas y herramientas, piedras de moler, plumas de papagayo y quetzal, copal y cochinilla. Los mayas de las tierras bajas comerciaban a su vez con pieles de jaguar, sílex, sal, algodón, cera, miel, pescado seco y frutas tropicales.
Detalle del registro inferior de las pinturas murales (ca. 800) de la cámara 2 de Bonampak (Chiapas, México), que representan escenas bélicas y de captura de prisioneros por guerreros mayas.
El comercio alcanzó su apogeo en el posclásico, con el establecimiento de puertos de intercambio y grandes mercados, de transacciones a gran escala, compra de esclavos y desarrollo del préstamo. Fue en esta época cuando los mercaderes mayas se convirtieron en poderosos personajes al contribuir a la acumulación de grandes riquezas destinadas al pago de tributos, al sostenimiento del Estado y al cumplimiento del ritual religioso y mortuorio. Los mercaderes se sirvieron del ejército para penetrar en nuevos territorios susceptibles de ser integrados en las redes comerciales, y fueron utilizados a su vez por los jefes militares como embajadores y espías en regiones lejanas y desconocidas.
Los comerciantes de Yucatán llevaban mantas, plumas y otras mercancías a Honduras y volvían con cacao, mientras que a Tenochtitlán exportaban algodón, cera, miel y sal, además del cacao obtenido en Honduras y en Tabasco. Por ser el cacao la moneda principal, el comercio hondureño adquirió una gran importancia; así los yucatecos tenían representantes en Honduras para que cuidaran de sus intereses y hubo relaciones comerciales con lugares tan remotos como Colombia y Panamá. No es de extrañar que los mercaderes mayas adoptaran a Ek Chuah, deidad del cacao, como su dios tutelar, y a Xaman Ek, la estrella del Norte, como guía a la que se encomendaban para volver a salvo hasta sus casas después de los largos recorridos. Además de ser el espíritu del cacao y el protector de los mercaderes y viajeros, ésta era una deidad guerrera: intervenía en la conquista y sumisión de los pueblos que se negaban a formar parte de las rutas y de los intercambios comerciales.
La mayor parte de las mercancías se transportaba por mar, en canoas de más de 2 m de ancho y con una cabina en el centro. Llegaban a caber en ellas hasta 25 personas: hombres, mujeres y niños, además de las mercancías. Una canoa así fue la que encontró Cristóbal Colón en su cuarto viaje frente a las costas de Honduras. El comercio marítimo contaba con servicios de fogatas que hacían las veces de faros.
En las rutas terrestres los mercaderes se guiaban por señales ubicadas en los árboles y por mapas hechos en tela de algodón; a lo largo de las rutas construyeron edificios de apoyo, como almacenes para las mercancías y fondas para el descanso de los porteadores.
En las ciudades y los poblados principales había mercados, en los que se vendía toda suerte de productos, e inspectores y una especie de juzgado donde se dirimían las disputas. Puertos como Xicalanco, en Tabasco, servían de lugares de encuentro en el que se congregaban mercaderes de toda Mesoamérica.
Los mayas en la actualidad: la lucha por la identidad
Muchos de los actuales descendientes de los mayas viven como campesinos en pequeñas comunidades rurales. Hablan su lengua, practican una religión sincrética, mezcla de elementos mayas y cristianos, y no llevan una vida muy diferente a la de sus antepasados. No son, como no lo eran en tiempos antiguos, un grupo homogéneo, sino un conjunto de grupos étnicos diferentes emparentados entre sí por el hecho de hablar lenguas de la misma familia. A grandes rasgos las fronteras lingüísticas y étnicas coinciden, y una clasificación de las lenguas mayas es también una clasificación de sus grupos étnicos.
Las cifras de población maya suelen variar de una fuente a otra porque no existen censos precisos. De acuerdo con los últimos recuentos basados en el criterio lingüístico, se estima la población actual de hablantes mayas en 4.650.000 personas aproximadamente. Por países, la población maya actual se distribuye por Guatemala (54 % del total), México (45 %), y un 1 % restante repartida entre Belice, El Salvador y Honduras. Las lenguas mayoritarias del conjunto son: en México, el yucateco, tzeltal, tzoltzil, chol y huasteco; y en Guatemala, el quiché, cakchiquel, mam, kekchí y kanjobal.
Durante el s. XX surgieron con fuerza en toda América Latina movimientos indigenistas defensores de los derechos de los pueblos indígenas. Dentro del movimiento maya destaca Rigoberta Menchú, premio Nobel de la paz en 1992.

No comments:

Post a Comment